miércoles, 10 de septiembre de 2014

La Apariencia.

Si hay un autor al que releo constantemente es Nietzsche. Su visión del mundo supone una dificultad y requiere de un aprendizaje previo.
Prácticamente no hay un texto de Nietzsche que pueda entenderse aislándolo de los demás.
Su pensamiento, igual que la tragedia clásica, tiene la vocación de una unidad. La estética, la historia y la filosofía suponen un conjunto inseparable y la poesía termina por envolverlo todo.
Cuando el mundo o cualquier circunstancia adquieren unos tintes de confusión o violencia, no queda otra salida que regresar a Nietzsche para reconocer y entender el sufrimiento.
De algún modo la humanidad sufre y muchas de las manifestaciones de los hombres se han transformado en locura, como ya viera Platón al introducir una forma de pensar no trágica.
Nietzsche en cambio conoce el dolor, conoce la enfermedad y entiende perfectamente que los griegos se hayan dado a lo que él gusta de aunar lo apolíneo y su antítesis, lo dionisíaco, como potencias artísticas que brotan de la naturaleza misma sin mediación del artista humano.
El mundo sólo tendría una justificación como fenómeno estético, pues las apariencias son lo único en lo que podemos creer y la exterioridad de los hombres, las formas artísticas, hablan de la profundidad de los hombres.
Leyendo a Nietzsche se percibe la enorme influencia del filósofo en el psicoanálisis y la fenomenología posterior. De otra forma, nadie se habría atrevido a diferenciar lo consciente de la razón. Todas las teorías del conocimiento previas se desvanecen, se derrumban estrepitosamente por los sueños, lo onírico, uno de sus grandes temas, porque lo onírico (propiamente estético) es inseparable de lo dionisíaco. Atrás ya no queda nada. Ni Descartes, ni Kant, ni Hegel ni los ilustrados franceses.

“El pensamiento es la intuición de la unidad, afirmación de la vida y de la muerte, no una afirmación heroica o patética, no una afirmación titánica o divina, sino la afirmación del niño de Heráclito que juega junto al mar. Ese niño juega en la playa construyendo montones de arena, castillos que luego destruye para volver a comenzar".