sábado, 29 de noviembre de 2014

Cuéntame una que no me sepa.

Una que suene de muerte.
Una de las que cuenta la gente sin saber si de verdad pasó.
De esas que todos critican pero que nadie entiende.
Cuéntame una de esas que se viven al compás de la envidia de los demás.
De las que nunca dicen que no a una botella de vino y siempre esperan al segundo antes de que sea demasiado tarde.
Cuéntamelo. Cuéntame algo que nadie haya tocado, tócame algo que nadie haya escuchado jamás.
Desafíname las cuerdas y  marca tu ritmo. Coge carrerilla y dímelo.
Dime lo que todos piensan y nadie se atreve a decir. Dilo.
Coge dos copas rotas y no tengas ningún cuidado.
Córtame la boca con eso que llaman ganas de todo y no te dejes nada.
Repite, si puedes.
Quédate encerrado en el ascensor que viaja entre la realidad y tu mundo paralelo. Sube, baja, y vuelve a subir.
Repite si te atreves. Atrévete.
Hunde los pies en la arena.
Deja que suba la marea, finge que no sabes nadar.
Recuérdame que hay una parte de mi que sabe respirar debajo del agua. Ahógame las excusas.
Dame una vuelta. Dame dos. Dame cien. Sin rodeos. No hagas pie.
Aguántame. La tormenta, la mirada, el vendaval.
Aguanta. Las ganas, la paciencia, el tirón. Tírate.
Cuéntame una que no me sepa.
Cuéntame otra. De esas que no nos dejaban oír cuando éramos pequeños.
Una de las que tienen sabor a lo que nunca podrás explicar y que explican por qué a veces es mejor no saber.

Cuéntame algo. Lo que sea.
Bájame los plomos. Llévame a bailar sin saber cómo moverte. Báilame.
Mueve la atención mientras nos disfrazamos de indiferencia. Sé diferente.
Ponme lo de siempre, que sepa como nunca. Ponme, a secas.
No vengas para quedarte. No te acabes de marchar.
Prométeme que no volverás y ven otra vez.
Ven, una y mil veces, y no te acostumbres a ninguna. Llega tarde, pero llega. Vuelve a volver.
Dame una cuerda y no la sueltes. Suéltame la mano y déjame colgar. Cuélgate.
Tira y no aflojes.
Salta. Salta y deja que vaya detrás. Detrás de sueños que no existen.
Duéleme. Duéleme en todas y cada una de las células de mi otro yo.
Del yo que soy cuando llueve y se mojan las calles y canta cualquier canción en un bar de mala muerte de las calles de mi cabeza.
De esas canciones que olvidas y un día desentierras de algún sitio desconocido.
Cántame. No preguntes. Toca.
Córtame los frenos y acelera. Crúzame en rojo y sin mirar.
Cuéntame otra. Una de las que nunca hayas contado el final.
Una que no sepas cómo acaba.
Ven. No avises. Aparece sin llamar.
Cámbiame los planes y convence a las horas para que pasen volando. Vuela. Vuela por encima de mis posibilidades y de las tuyas. Vuela lo más alto que puedas y tírate en picado a por lo que queda. Vuélame.
Arranca. Arráncame las páginas y léeme la última frase del libro que nadie escribirá sobre mi.
Mírame. Mira mientras ato los cabos que se sueltan cuando se desabrocha la vergüenza y de pronto todo es lo que parece.
Aprieta el gatillo, dispara las palabras que nunca oirás decir. Apriétame.
Di que esta noche se acaba el mundo. Y créelo.
No me hables de mañana.
Háblame de ti.
Cuéntame una que no me sepa.
Cuéntame otra.
Cuéntame.



jueves, 23 de octubre de 2014

Las inherentes quimeras que acechan la conciencia.

Con frecuencia, lo mejor es no pensar, no reflexionar para nada a cerca de lo que te rodea, de tus problemas, de la monotonía de la rutina.
Porque si piensas te resulta absurdo.
Levántate! Retrasa si quieres unos minutos la alarma del despertador. Piensa en las cosas que tienes que hacer hoy. Date una ducha que no querrás ser esa persona del vagón de metro que va apestando.
Ah y desayuna bien (dicen por ahí que es la comida más importante del día). Vístete y a estudiar o a salir de casa para ir a estudiar o a clase. Piensa en lo que te apetecería comer. Come luego algo que no tiene nada que ver con lo que habías deseado. Recoge la mesa y friega los platos. Ve a clase o échate la siesta. Y después a pensar en la cena o en ver alguna serie de televisión. Y a hacer tus obligaciones. Y a dormir, que mañana hay que levantarse pronto para que no se te olvide hacer todas esas cosas insustanciales.
Creo que la realidad nos supera, nos absorbe. Creo que generalmente las personas se levantan por la mañana y no les apetece moverse y por unos segundos o a veces minutos piensan en por qué hacen lo que hacen, por muy felices que sean. Incluso aunque ellos mismos, meses o años atrás, hayan tomado la decisión de hacerlas y les guste su vida.
Creo que las expectativas nos hunden.
Y que puedes tener muchos sueños pero son muy irrealizables.
Y creo que si alcanzásemos aunque tan solo fuese uno de ellos (o tal vez todos), nos seguiría resultando insuficiente.
¿Está en nuestro genoma el inconformismo, el "quiero más"? Puede ser.
El caso es que entonces piensas que quizá tengas lo que llaman "crisis de identidad" o tal vez seas una gilipollas caprichosa. Y sacudes la cabeza, dejas de pensar en esas cosas que podrías estar haciendo en vez de las que haces ahora, las ignoras, las ahogas en una parte profunda de tu mente como si las encerrases en un cajón con llave y entonces lo olvidas y vuelves a pensar en lo que tenías que hacer hoy.
¿Ves? La rutina te atrapa.
Y aunque ya no sigas reflexionando sobre eso, te sientes como si te engañases a ti mismo e intentases esconderte lo que piensas.
Y desechas esa idea que pasa por tu mente unas milésimas de segundo. Te sientes como un niño que piensa que tiene un monstruo debajo de la cama y no se atreve a mirar y se arropa más fuerte en el tacto conocido de su edredón.





miércoles, 8 de octubre de 2014

The way we get by.
















We get high in back seats of cars
We break into mobile phones.
We go to sleep to shake appeal
Never wake up on our own.
And that´s the way we get by,
the way we get by..
We go out on stormy weather.
We rarely practice discern.
We make love to some weird sin.
We seek out the taciturn.
And that´s the way we get by,
the way we get by.

miércoles, 10 de septiembre de 2014

La Apariencia.

Si hay un autor al que releo constantemente es Nietzsche. Su visión del mundo supone una dificultad y requiere de un aprendizaje previo.
Prácticamente no hay un texto de Nietzsche que pueda entenderse aislándolo de los demás.
Su pensamiento, igual que la tragedia clásica, tiene la vocación de una unidad. La estética, la historia y la filosofía suponen un conjunto inseparable y la poesía termina por envolverlo todo.
Cuando el mundo o cualquier circunstancia adquieren unos tintes de confusión o violencia, no queda otra salida que regresar a Nietzsche para reconocer y entender el sufrimiento.
De algún modo la humanidad sufre y muchas de las manifestaciones de los hombres se han transformado en locura, como ya viera Platón al introducir una forma de pensar no trágica.
Nietzsche en cambio conoce el dolor, conoce la enfermedad y entiende perfectamente que los griegos se hayan dado a lo que él gusta de aunar lo apolíneo y su antítesis, lo dionisíaco, como potencias artísticas que brotan de la naturaleza misma sin mediación del artista humano.
El mundo sólo tendría una justificación como fenómeno estético, pues las apariencias son lo único en lo que podemos creer y la exterioridad de los hombres, las formas artísticas, hablan de la profundidad de los hombres.
Leyendo a Nietzsche se percibe la enorme influencia del filósofo en el psicoanálisis y la fenomenología posterior. De otra forma, nadie se habría atrevido a diferenciar lo consciente de la razón. Todas las teorías del conocimiento previas se desvanecen, se derrumban estrepitosamente por los sueños, lo onírico, uno de sus grandes temas, porque lo onírico (propiamente estético) es inseparable de lo dionisíaco. Atrás ya no queda nada. Ni Descartes, ni Kant, ni Hegel ni los ilustrados franceses.

“El pensamiento es la intuición de la unidad, afirmación de la vida y de la muerte, no una afirmación heroica o patética, no una afirmación titánica o divina, sino la afirmación del niño de Heráclito que juega junto al mar. Ese niño juega en la playa construyendo montones de arena, castillos que luego destruye para volver a comenzar".







viernes, 22 de agosto de 2014

Caos.

"El caos siempre derrota al hombre porque está mejor organizado"
-Terry Prattchet.

Esto no es Australia pintada por un drogadicto con mono ni tampoco es una cagada de pájaro.
Es la mente dibujada con la mano.
El caos es un estado indefinido y amorfo que se supone anterior a la ordenación del cosmos. Es confusión.Es impredecible.
La perfección es un concepto que solo existe en nuestra mente.
Por eso nos jode tanto perseguirla y buscarla: porque nunca la encontramos.
Soy adicta al caos porque lo considero un orden sin descifrar en el que se encuentra la perfección.
La creatividad es un proceso que tiene lugar cuando la improvisación se cita con el caos; la improvisación exige perder el equilibrio deliberadamente. Tomar decisiones sin reflexionar.
Encontrar en el desequilibrio la perfección.
Crear algo con total desatención al resultado.
Dejar de aferrarte a la seguridad de lo conocido.
Convertir la experiencia en el producto. Abrirte al fracaso. Dejarte caer.
Empaparte del sabor de la incertidumbre. Liberarte.
Reventar el paradigma.




Memento Vivere

Acuérdate de vivir.
Memento Vivere.
Recuerda que estás vivo.
Antiguamente esta frase estaba grabada a modo de inscripción en los relojes solares.
Una auténtica forma de instar a vivir y disfrutar de la vida. Una filosofía para la vida.

La audición es la única experiencia sensible de la ubicuidad.

Cuando las palabras salen, viven un momento y mueren.
Cuando la escucha es verdadera, dice Quignard, la enunciación desaparece, la recepción vacila y se funde en su origen, nace la turbación y de ello atestigua la pérdida de identidad.
No hay escucha profunda sin destrucción del que habla.
Zozobra ante lo comunicado, que se desplaza surgiendo de él por la palabra y que finalmente regresa al auditor, por una parte a causa de la difuminación en el aire de la fuente sonora y por otra gracias a ese callar-recuperar de lo dicho, que se consume al interior de uno mismo.
Entonces quien escucha deja de ser el mismo hombre y se desordena de verdad en pensamiento.

martes, 19 de agosto de 2014

Siéntete en pleno derecho de analizar uno por uno todos los puntos por los que, según tú, las cosas son o no son.
Pero recuerda que el único punto que no supiste escribir, te lo pusiste en la boca, y que a veces las palabras sólo pueden decirse en un momento y en un lugar. Luego ya no.
A veces, incluso las palabras sobran.


Cajón de Gatsby

Si hubiese sabido, lo habría gritado. Si alguien me hubiese contado que el silencio cortaba, me hubiera tapado los oídos y hubiese gritado esa canción a pleno pulmón. Hasta agotarme, hasta quedarme sin voz.
Si hubiese sabido que el ruido que te rodea no era más que el  hilo musical de un supermercado abarrotado de gente encerrada en sí misma que no sabe quién eres, hubiese gritado.
Nos preguntan si tenemos algo que decir. Habla ahora o calla para siempre.
Y la próxima vez, por favor, grita.

miércoles, 6 de agosto de 2014

La mejor entrada que publicaré jamás.

Hoy no hablaré de nada.
Y, sin embargo, esta será sin lugar a dudas la mejor entrada que publique en este blog. Quizá no para los demás, pero sí para mi.
Hoy publico la dedicatoria que me ha escrito el amor de mi vida por carta:

Siempre me ha impresionado la química que nos une, la facilidad con la que congeniamos, la pasión que demostramos en cada momento que pasamos juntos, las horas que puedo pasarme hablando contigo a pesar de mi abrupta naturaleza.
Por todo esto y mucho más estoy enamorado de ti hasta la médula de mis huesos.
Por todo lo que me haces sentir. Por como una sonrisa tuya me alegra el día. Por como de un plumazo me arrancaste de mi corazón la pena más inmensa que he sentido jamás. Por como has hecho de mi vida un campo de tierra fértil en el que me veo capaz de sembrar cualquier cosa.
Por como me miras. Por como me besas. Por como me enseñas.
Por como me ayudas a vislumbrar mis defectos y mis virtudes.
Por como me haces ser mejor persona. Por como piensas. Por como ríes.
Por como me invitas a ver las cosas desde una manera distinta, desde un punto de vista diferente.
Por como llenas mi vida de alegría y esperanza, la esperanza de toda una vida compartida contigo.
Por como me dices: "Te quiero."
Por como me haces desearte.
Por como me haces hacer cosas que, de no ser por ti, no haría jamás delante de alguien.
Por los partidos que hemos visto y que veremos acurrucados y abrazados el uno al otro.  Por todos los helados que nos hemos tomado y tomaremos.
Por cada curva de tu pequeño y maravilloso cuerpo.
Por tus labios carnosos y suaves. Por tus ojitos marrones. Por tu naricilla.
Por tu culito respingón que tan loco me vuelve.
Por tus grandes y redondos pechos que son mi chuche predilecta y a los cuales soy adicto.
Por tus estrechas y hermosas caderas en las que me evado del mundo como nunca antes había hecho.
Por tu lindo cuello que me encanta besar y acariciar.
Por tu largo y a veces enredado pelo.
Por el sudor que corre por el surco de tu espalda después de una buena sesión de sexo.
Por como eres capaz de excitarme hasta convertirme en un ser totalmente irracional.
Por tu sonrisa malévola. Por como me arañas la espalda en pleno éxtasis. Por tus gemiditos.
Por hacerme un hombre. Por como has llegado a conocerme.
Por tu cuarto desordenado. Por tu gato boxeador.
Por las cartas que me escribes. Por tu pasta carbonara (no carbonara).
Por esa ballena de papel.
Por todos los libros que lees. Por como tocas el piano. Por como me hablas y me enseñas alemán.
Por tu inteligencia, cualidad que más me gusta, más admiro y más envidio.
Por todo lo que te quiero, pues eres el amor de mi vida, mi persona, el camino que quiero seguir, mi sol, mi vida, mi todo.
Y como jamás me cansaré de repetir: te quiero como jamás podré querer,
te quiero muchísimo mi cosita linda!!!!!!
De tu siempre tuyo Miguel con amor desde Londres.

sábado, 2 de agosto de 2014

¿Por qué nos complicamos tanto?

Hacer la colada, el lavaplatos, bajar siempre antes de acostarse las persianas, comprar un sistema de riego por goteo, lavarse la cara con tres productos distintos, pasarse hilo dental, hacer la cama, escribir por ordenador, programar el grill del horno, ordenar los canales de la televisión, doblar la ropa...
He empezado a preguntarme si en vez de ser pragmáticos y facilitarnos las tareas cotidianas, la rutina y en definitiva, la vida, en realidad nos complicamos demasiado.
Antes se metía la ropa en una red con jabón y se lanzaba al río, se lavaba a mano, se usaba regadera, se lavaba uno la cara con el mismo jabón que se usaba para la ropa, no existía el hilo dental y los hornos eran las chimeneas o las fogatas. Se leía en papel y no en libro electrónico. Y no hablemos de escribir, lo mismo: pluma, tinta y papel. Mucho mejor. Más sencillo.
La cama no se hacía. Para qué.
Para qué doblar la ropa si iba a acabar igualmente arrugada.
Para qué no dejar que la luz del día te despierte cuando tenga que hacerlo.
No soy tan cínica como para decir que quisiera vivir en una época pasada, dos o tres siglos atrás.
No soy ese tipo de persona.
Pero sí pienso que muchas de las cosas que hacemos o compramos para que se hagan por nosotros, nos atontan en cierta manera con la idea de efectividad o de rapidez.
Igual pasa con lo que llamamos "problemas", que en realidad formulamos mentalmente en forma de pregunta. Sí, esos dilemas existenciales, metafísicos, a los que siempre apelamos en algún u otro momento de la vida: ¿Qué somos? ¿Qué sucede cuando morimos? ¿Qué debemos hacer? ¿Cómo podemos ser eternamente felices? ¿Qué podemos saber?
Estudio filosofía y empiezo a preguntarme si, al no poder obtener nunca una respuesta inequívoca, sirve de algo no abandonarse en sí mismo, si esas preguntas que me acosan cada día no significan que me complico demasiado, que busco algo más que jamás encontraré.
Me pregunto si es absurdo y sólo sirve para tener una leve consciencia de uno mismo y del mundo que nos rodea, que no es precisamente poca cosa pero a mi siempre me parecera insatisfactorio e insuficiente.
Busco otra cosa. Quiero más.
Tengo sed de respuestas. Una sed que jamás se calma.
Una sed que se aplaca cada cierto tiempo y luego vuelve con más intensidad.
Hay veces que escribo y escribo durante horas y luego lo borro o lo tiro, pensando: para qué.
A estas alturas podría tener cientos de hojas escritas con mis divagaciones, pero considero que no deben permanecer en la historia, sólo servirían como una especie de curioso efecto mariposa en la mente de quien las leyese algún día, planteando más y más dicotomías, más perspectiva y más caos.
Concluiré este pensamiento diciendo que somos unos seres aparentemente sociales, pero en el fondo somos individuos (la palabra ya lo dice por sí misma) separados los unos de los otros por una individualidad y una soledad que intentamos rellenar con meras estructuras y organizaciones sociales.
Y aunque deberíamos tender a simplificarlo todo, a hacerlo más fácil, con frecuencia no es así, e intentando hacer sencilla cualquier cosa, la hacemos más compleja, nos complicamos.
Estará en nuestra naturaleza.


jueves, 31 de julio de 2014

Si Dios no existiera, ¿habría alguna diferencia?

"Carezco de credo y no pertenezco a ninguna congregación ni religión-dice Bergman en uno de sus libros autobiográficos-. 
Nunca he necesitado ningún Dios ni redención ni vida eterna. Soy mi propio Dios, me proporciono mis propios ángeles y demonios. Estoy en una playa pedregosa que desciende en olas hacia un mar protector. 
Un perro ladra, un niño llora, el día se hunde y se convierte en noche. Usted nunca podrá asustarme.
Ningún ser humano podrá asustarme nunca más. Tengo una oración que me rezo a mí mismo en el silencio absoluto. Ojalá venga un viento y mueva el mar y el sofocante crepúsculo.
Ojalá venga un pájaro desde el mar y haga estallar el silencio con su grito.
La sensación de esto es la del desasosiego, la del malestar.
La tristeza solemne que habita en todas las cosas grandes, en las cimas de las cosas como en las grandes vidas, en las noches profundas como los poemas eternos.








domingo, 20 de julio de 2014

"Nadie quiere comerse un salmón tras un empacho de sardinas".

Hay capítulos sin los cuales no se puede contar la historia.
Hay historias que no caben en un libro.
Y hay libros que uno siempre vuelve a leer.
-El cajón de Gatsby.

martes, 15 de julio de 2014

Nota disonante.

Es un ritual inevitable.
Desenrollo los cascos quitándoles todos los nudos mientras me relajo y pienso qué me apetece.
Los enchufo y voy en el aleatorio pasando canción tras canción hasta que el azar decide y encuentra la canción que me apetece escuchar y que no sabía ni que me apetecía hasta que la veo en la pantalla.
Mi mente se abre como una flor. Se pone a pensar sin ser yo consciente de ello.
Escucho con atención la intro. Un bajo, un piano, una guitarra.
A veces una batería. Otras veces si estoy de un humor extraño, un violín.
Eso me basta para perderme en mí misma.
Empieza la letra que a veces no encaja nada con la melodía y otras le queda como un guante. Incluso como una piel: está perfectamente hecha para esa canción.
Oigo y pongo atención a las palabras.
A veces es su significado lo que prende la llama, lo que enciende el motor.
Otras, ni presto atención a lo que significan sino a lo que son las palabras en sí, al tejido que forman junto a la melodía.
Entonces, la escucho con claridad: es esa nota, ese principio de una parte de la composición que me gusta especialmente. Esa parte puede durar un segundo o quizá mucho más. Pero siempre la hay. Está ahí.
Viaja en el aire hasta los oídos. Se reconoce inmediatamente, aunque nunca se haya escuchado esa melodía.
Un humor ya se ha formado dentro de mi. Siento la letra danzar en la mente.
Siento las notas en las puntas de los dedos; las siento vibrar en los oídos extendiéndose hacia el pecho. Siento el ritmo en las caderas.
Arqueo un poco la espalda al llegar ese punto.
Noto la música recorriendo la columna vertebral.
Cuando se discute sobre si una canción es buena o mala, la gente exime sus argumentos más convincentes.
Pero es música. Dicen por ahí que es el lenguaje del alma.
Para mi, una buena canción se distingue entre el resto si te hace estremecer de pies a cabeza, si te provoca un pensamiento, un sentir (sea o no definido).
Por ello la música es subjetiva: porque a unos les provocará escalofríos y a otros no.
Pero todo el mundo sabe a lo que me refiero.
Aunque razonablemente la música salga de un reproductor o de un altavoz, o en última instancia de las manos o pies de un músico, en realidad yo sé perfectamente que sale de dentro, de la mente, de un sentimiento desnudo.
Sé perfectamente que es absurdo pensar que del músico que parece fabricarla de la nada sale esa emoción, ese estremecimiento, esa sacudida y que puede transportarse a las personas por el aire e inundar cuerpos, mentes.
Sé que es físicamente imposible, pero es así.
Definitivamente sin oído me parecería demasiado difícil vivir.

lunes, 7 de julio de 2014

Devenir Deleuzeano

Devenir significa abandonarse en cierto sentido a la incógnita de lo que somos, de lo que seremos.
Se trata de abandonar la idea estricta del sí, abandonar la idea de que poseemos unas potencialidades limitadas a una identidad fija (que hemos y el entorno nos ha hecho forjarnos) para abrirnos a lo nuevo, hacia una nueva personalidad, una nueva individualización, una nueva forma de pensar.
Se trata de deshacerse de las maletas pesadas que ya no son funcionales en nuestras existencias.
Devenir es un movimiento imperceptible que sin embargo revoluciona nuestro interior, cambiando radicalmente nuestro modo de entender el mundo y nuestras reglas de pensamiento y acción.
No se trata en absoluto de un movimiento nihilista, pues el nihilismo conduce al sentimiento de la inutilidad de la existencia.
Así, como sugirió Nietzsche, abandonar los valores metafísicos cobra valor sólo si se constituyen nuevos valores.
En caso contrario, se trataría de una dirección obstinadamente destructiva.
Ese abandono del que hablo es una transducción, es decir, significa al mismo tiempo la asunción de una nueva configuración. Es una necesidad fisiológica y ambiental de transformarse en otro de sí, mediante variaciones de sí, la variación de valores, de la relación con los demás, con el entorno.
Aún así devenir no es tarea fácil. Esa metamorfosis no se produce por que sí.
La transducción solo puede ocurrir cuando precisamente se abandona el propio ego (entendido como identidad).
Uno no se puede transducir a partir de sí mismo a otro.
Y quien acepta el devenir de sí (y no la permanencia de sí), posee voluntad.
Lo que impide comúnmente que nos dejemos ir, es la resistencia que aplicamos a los cambios, debido a cierto horror vacui que condiciona al sujeto. Dejar la propia identidad puede provocar un gran terror, el mismo terror que rodea a un gusano en su crisálida mientras, desde su punto de vista, se acerca el fin del mundo.
Pero, mientras tanto, ya le están creciendo las alas.

viernes, 4 de julio de 2014

Patrick Rothfuss.

Las palabras son pálidas sombras de nombres olvidados.
Los nombres tienen poder, y las palabras también.
Las palabras pueden hacer prender el fuego en la mente de los hombres, pueden arrancarle lágrimas a los corazones más duros.
Existen siete palabras que harán que una persona te ame, y diez que minarán la más poderosa voluntad de un hombre.
Pero una palabra no es más que la representación de un fuego.
Un nombre es el fuego en sí.

lunes, 30 de junio de 2014

La naturaleza jamás se arrepiente.

Es desmoralizador el comprobar como, a pesar de los años transcurridos, seguimos sin hacer uso de nuestro diferencial de inteligencia con el resto de especies y no la utilizamos para lo poco que nos serviría: rectificar, aprender de nuestros errores, pedir perdón por tanto desatino y tratar de mejorar el mundo en el que vivimos.
Pero qué va. Seguiremos en nuestras posturas intransigentes, en nuestras trincheras, porque aunque digamos que no, nos regimos por la naturaleza, y esta nunca se arrepiente.

jueves, 26 de junio de 2014

Lars von Trier.

Vi hace poco Anticristo, la película de Lars von Trier.
Realmente siempre he tenido reparos con el cine de este director. 
Y entiendo los cachondeos hacia su persona, puesto que es un egocéntrico de cuidado. Eso sí, es provocador e imprevisible.
Esta película en particular te da un puñetazo en el cerebro dormido, despertándolo.
Anticristo va de una historia de una pareja, Él y Ella. Está claro que no hablamos de una mujer y un hombre cualquieras, sino de  todas las mujeres y todos los hombres del mundo en general (aquí luego que cada uno se haga su propia paja mental pero eso es lo que yo creo que desentraña el simbolismo). 
Tras la pérdida dramática de su hijo, ambos protagonistas van a refugiarse para recuperarse de la tragedia en una cabaña que "casualmente" (y lo entrecomillo porque de casual no tiene nada) se llama Edén.
Hasta aquí todo bien. 
Entonces después de un prólogo cojonudo, el filme se transforma en una ida de olla curiosa.
Esta transformación en la trama te da una vuelta y mareado te palpas el estómago preguntándote qué narices te pasa. Es un cambio drástico carente de lógica e intención. Es simplemente una ruptura abrupta de la línea argumental, que deja paso a un abismo de escenas repulsivas y asquerosamente explícitas, desde una masturbación desenfrenada al pie de un árbol, pasando por una amputación vaginal cargada de metáforas hasta una auténtica orgía de lo desagradable, dejando un cine de terror desnudo y visceral.
Te remueves en el asiento, incómodo, mientras no puedes dejar de mirar y pensar y quedas sumido en una depresión bastante profunda durante algunas horas.
Sin embargo a pesar de todo eso, una película que admite al menos una docena de niveles de lectura (todos ellos válidos), es una jodida obra maestra.
Sí, Anticristo es excesiva, pedante, afectada y enfática. 
Y también gratuitamente sádica.
Pero si después de verla no te rondan la cabeza algunas preguntas sobre la culpa, el mal, el sadismo, la misoginia y la impiedad, es que eres una masa de carne incapaz de captar intelectualmente nada que vaya mucho más allá de un chiste de cojos, putas y franceses contado con acento extremeño.


miércoles, 18 de junio de 2014

Mi estilo.

Cuando alguien me pide sea quien sea que mis escritos, mis reflexiones sean más transparentes, más explicativas, me revuelvo por dentro pensando que no todo el mundo puede ser una araña tejedora y constructora de sistemas.
Pienso que me apasiona más hacer lo contrario y que sólo soy apta para fabricar fragmentos, ocurrencias, sugerencias, pensamientos no muy extensos y no demasiado edificados.
El completar simplemente por cerrar un sistema de pensamiento y hacerlo más global, más esférico (y al mismo tiempo simplificarlo), me aburre.
Eso no quiere decir que no me guste matizar.
Mi estilo (tanto literario como filosófico) es intrincado, lleno de alusiones, juegos de palabras, citas, repleto de digresiones, de términos inventados, de referencias imposibles de rastrear (a menudo me refiero a sentimientos, etapas, escenas de series de televisión, letras de canciones).
Mi estilo es un tanto retorcido, soy consciente de ello.
No me gusta tener que reducir algo por muy complejo de entender que sea, no me gusta ni pizca editar una sola palabra sólo para que los demás sepan qué quiero decir exactamente.
Considero que plasmo mis reflexiones exactamente como las pienso.
No creo que triunfe nunca en el mundo literario con aquello que escribo porque no quiero ceder a los deseos de los demás con respecto a mi escueta obra, pues considero que mi producción literaria es y siempre será un conjunto de pensamientos que no tienen porqué estar interrelacionados.
Sistematizarlos los haría llegar a más personas en vez de unas cuantas, pero perderían también su esencia, lo que los hace ser exactamente como son.

Crisis filosófica.

Cuando no puedes pensar sobre algo como te gustaría, te desmotivas y te da por ponerte a cuestionar la propia existencia. Todo se convierte en un problema pseudointelectual que no tienes en absoluto ganas de resolver.
Este proceso se convierte en tu propia piel y simplemente no te afecta.
En realidad, te define.
De pronto te ves de forma sombría como alguien incapaz de preguntarse sobre el mundo, una persona desinteresada y por tanto indigna en cierto sentido.
Eres alguien profundamente ausente en su propia presencia.

Sylvia Plath

" I can never read all the books I want; I can never be all the people I want and live all the lives I want. I can never train myself in all the skills I want. And why do I want? I want to live and feel all the shades, tones and variations of mental and physical experience possible in life. And I am horribly limited.
I am afraid of getting older. I am afraid of getting married. Spare me from cooking three meals a day—spare me from the relentless cage of routine and rote. I want to be free… I want, I want to think, to be omniscient.
 I hate this feeling of not knowing what to do in life".

Nunca podré leer todos los libros que quiero. Nunca podré ser todas esas personas que quiero y vivir todas las vidas que quiero. Nunca podré desarrollar todas las habilidades que quiero.
¿Y por qué quiero? Quiero vivir y sentir todas las sombras, tonos y variaciones de las experiencias físicas y mentales posibles en la vida. Y estoy horriblemente limitada.
Tengo miedo de hacerme mayor. Tengo miedo de casarme.
Ahórrame cocinar tres comidas al día, ahórrame la celda implacable de la rutina y la monotonía.
Quiero ser libre....quiero,quiero pensar, ser omnisciente.
Odio este sentimiento de no saber qué hacer en la vida.

In crescendo.



Comerse la primera tortita.

Por qué lo primero que realizamos o experimentamos suele ser lo más increíble de las siguientes repeticiones que pueden seguir ese acto o esa acción en tándem?

Papel de plata.

Y de pronto saber, ser consciente, de que la idea está agotada, que ya no sirve para nada.
Es como el papel de plata, que ya no puede volver a alisarse del todo una vez ha sido arrugado.

El Tao.

" He oído decir que quien sabe alimentar su vida
no se cuida de los rinocerontes y tigres cuando anda por los montes
ni porta armas ni coraza cuando penetra en el ejército enemigo.

El rinoceronte no encuentra en él lugar donde cornerle
ni el tigre dónde clavar sus garras
ni las armas dónde aplicar su filo.

¿Por qué?
Porque no hay en él lugar para la muerte".

Hume

Hay una idea en Hume que me resulta muy atractiva: se puede no tener fe pero al mismo tiempo se puede creer.
Esto, sin leer a Hume, parece incontestable, como si lo hubiéramos experimentado también nosotros.
La gente extrapola esta idea a la religión, porque no entienden lo que significa.
Creer significa no ponernos a nosotros mismos ni a ninguna de las cosas del mundo que nos rodean en cuestión. La creencia así sería una especie de ética, nos daría nuestros valores y el mundo real.
No hay una conexión física entre causas y efectos, sino una interrelación espiritual.
Pero no nos olvidemos de que se trata de Hume: la verdadera realidad es la experiencia, como si actuase de una forma inductiva, ya que la existencia procede de la razón.
Se trataba de una empecinada objeción, que ha sido posteriormente rebasada por el acuerdo metodológico entre inducción y deducción.
Quizá los filósofos al final estaban comportándose como los clérigos: construían edificios tan cerrados y enigmáticos como los de la iglesia. Sólo quedaba a salvo Sócrates y todo porque este carecía de teoría, libros o texto. Todo en el procedía de la pura existencia, de la empírica existencia.
La ciencia no podía determinar las condiciones de los hombres como si fueran máquinas.
No deja de ser jocoso que ahora, con las tendencias políticas, aparezcan de nuevo los clérigos, diciéndonos qué hemos que hacer y cómo hemos de comportarnos.
Mística y empirismo juntos por primera vez desafiando a la revolución.

domingo, 8 de junio de 2014

Denna.

Tenía algo intangible. Algo cautivador, como el calor del fuego.
Tenía una elegancia, una chispa...
Tenía los labios rojos. No era el rojo chillón, artificial, que tantas mujeres creen que las hace parecer deseables. Sus labios siempre estaban rojos, de día y de noche.
Estuviera donde estuviese, era el centro de todas las miradas. Eso no quiere decir que fuera llamativa ni vanidosa.
Era preciosa. Era tremendamente hermosa, aunque tuviera fallos o defectos.
-P. Rothfuss.

sábado, 17 de mayo de 2014

Inspirado en The Sandman (por eso ese cómic me hace darle vueltas a todo).

¿Y si todo lo que te rodea no es en realidad lo que parece?
¿Y si todo el mundo que crees conocer no es más que un complicado sueño?
Un sueño en el que, al contemplar tu reflejo, es tal y como quieres que sea.
¿Y si pudieses mirar a través de las grietas, de los abismos?
Quizá te encontrarías a ti mismo, o te encontrarías asustado de mirar.
¿Y si todo el mundo es, dentro de tu cabeza, simplemente tu propia creación?
Todo lo vivo y lo muerto.
¿Y si en realidad estás completamente sólo?
Podrías estar viviendo en esa ilusión, podrías elegir seguir creyendo que no hay otra realidad.
Mientras, sigues mirando. Es como no poder ver el bosque cuando estás escondido entre sus árboles.

viernes, 16 de mayo de 2014

Plus de tristesse, prends ta maitresse.


Me gusta el estilo de Hopkinson Smith. Me gusta el laúd. Me gusta la música renacentista, aparentemente sencilla, que se va desgranando alrededor de una melodía dibujada por pequeños puntos que, de pronto, varían su intensidad y producen un golpe de emoción, siempre contenida con elegancia.
Me gusta hasta el título, que es más o menos: frente a tristeza, sabiduría.

jueves, 15 de mayo de 2014

RILKE.

"Nun aber sind sie ausgelöst aus den langen Strähnen ihres Schauens, flach hingelegt, ohne dass es deshalb möglich wäre, in sie einzudringen. Die Pupille wie mit schwarzem Stoff bezogen, der Umkreis um sie aufgelegt, wie dünnnstes Blattgold. Mit einem Schrecken, ähnlich dem, den man beim Beissen auf etwas Hartes erfährt, entdeckt man die Undurchdringlichkeit dieser Augen-, und plötzlich meint man, von lauter Stein und Metall zu stehen, wie man über (den) Tisch hinsieht.

   Alles Gebogeneist hart anzusehen, und der Haufen stahlglänzender, pfriemenförmiger Fische liegt kalt und schwer wie ein Haufen Werkzeuge da, mit denen andere, die das Aussehn von Steinen haben, geschliffen worden sind."

Cosas.

Hay veces que no puedo dormirme. O caigo como un cesto quedándome sopa al instante, o soy presa del insomnio más maligno.
Pero para poder dormir he encontrado algo. Algo que no sabía que conseguiría que durmiese tan profundamente. A cada uno le relaja la mente una cosa. Como al protagonista del club de la lucha con aquello de asistir a grupos de apoyo de diversas enfermedades para encontrar quizá, en el dolor y la desgracia ajena, una reconfortante sensación de libertad y saberse en mejor situación.
Pues bien, cuando tengo una noche particularmente insomne, hago que me vengan cosas a la cabeza.
Un deslizar entre piedras planas, lisas y negras, completamente cubiertas de algas, arena o musgo en el fondo de un lago o de un río en calma, frotándose absurdamente en un misterioso vaivén, movidas sutilmente por el agua.
Me vienen a la mente cerillas, varillas de fósforo partiéndose con un súbito chasquido, dejando escapar astillas y luz pálida y chispas de color rojo y naranja y amarillo con vetas azules.
O un niño que se esconde en un armario de ropa enorme donde vuela fantasmagórico el perfume de su madre.
O un cachorro recién nacido de perro o de gato, una cosa tan vivificante que se acopla a tu mano, buscando tu calor.
O cortinas espesas de terciopelo púrpura por entre los que se desliza como si flotase una figura borrosa, indefinida, etérea, fluorescente, que los roza al pasar emitiendo un susurro de aire.
O una caricia repetida, suave, que casi hace cosquillas. Sus labios en los míos. Sus ojos marrones con sus pestañas largas, rozándome las mejillas. Sus manos recorriendo mi piel. Placer. Un ritmo tibio.
Cosas así.

martes, 6 de mayo de 2014

El lado bueno.

Hace unos días asistí a un seminario de una clase de argumentación que se convirtió en poco menos que un debate acalorado.
Mientras que se desarrollaba y a veces me dejaban intervenir, me sentía cada vez más frustrada. Sí: me dejaban. Al parecer mis compañeros tienen una especie de acuerdo tácito para no dejarme expresar mis ideas. Se respetan entre ellos por ser mayores (el más joven inmediato a mi tiene 37 años), pero yo debo guardar un respeto hacia ellos que no es recíproco.
La mayoría ni siquiera tenía muy claro el objetivo del seminario: argumentar.
Y mientras parecía hallarme en un plató de telecinco por las constantes interrupciones a menudo bravuconas de los supuestamente "adultos" en el turno de palabra de los demás, la esperanza en este tipo de mesas redondas se me venía un poco abajo. 
Todas sus ideas me parecen similares en el sentido del extremismo que expresan. No cejan en su empeño de colar falacia tras falacia en su retórica (que, por cierto, es cojonuda).  Y yo por contraposición me siento encerrada en el cuerpo de un Sócrates dialéctico y contemporáneo y dígase de paso, excepcionalmente quisquilloso.
Por otro lado, practicarse en el ejercicio de hacer razonar mediante la dialéctica a unas personas que me duplican e incluso triplican la edad me hace hallar un regocijo curioso cuando lo consigo. Les saco de su retórica y les dejo quizá algo semidesnudos ante los demás en cuanto a argumentos se refiere. 
Me pregunto cómo sería de distinto si en este tipo de seminarios se pensase argumentando de verdad. Me pregunto si los demás habrán pensado lo mismo en algún momento. Quizá debería irme a estudiar al extranjero para comprobar si realmente es igual en todas partes, si al final la línea que separa retórica persuasiva de argumentación, de dialéctica esencial es tan fina como he comprobado mediante la experiencia.
Me dan ganas de meterme ahora en una disertación sobre el subjetivismo, pero no quiero llegar ahí, al menos de momento, pues me llevaría mucho tiempo del que por ahora no dispongo.
Para acabar, diré que he observado algo positivo en este tipo de seminarios. Argumentando, uno puede poner a caer de un burro a Hegel y comparar a Marx y a Engels con unos verduleros. Da igual. Mientras tus argumentos sean impecables, lógicos, investigados y estén libres de falacias, son válidos 
(lo que no quiere decir que sean ínfimamente discutibles, ¿no?).

miércoles, 16 de abril de 2014

Soy lectora.

No soy filósofa. Soy lectora.
Antes se estudiaba filosofía y letras, ahora ya sólo filosofía, lo cual supone un cierto vacío cultural, una formación que personalmente valoro insuficiente.
Qué demonios, siempre puedo ponerme a hacer un tercer grado cuando termine esta odisea de hacer dos grados tan dispares al mismo tiempo, que me está costando un esfuerzo tremendo llevar a cabo con éxito.
Supongo que me lo merezco por haber sido tan vaga como para no querer hacer el BI. 
Ahora estoy realizando un trabajo agotador. Pero al irme a la cama después de haber tenido que estar en un mismo día entre dos universidades con un titánico horario de 15 horas, caigo por supuesto cansada con la ropa de ese día puesta, pero muy satisfecha.
Es una aventura, son conocimientos distintos pero correlacionados.
La biología. La filosofía.
Lo que más debería impartirse y reflexionarse este siglo.
Admito que me he lanzado a la aventura. Que estoy un poco loca por cursar 120 créditos. Que duermo poco. Que hay días que tras una jornada especialmente larga tengo que irme a trabajar para poder seguir haciendo y aprendiendo mis dos pasiones.
La gente no lo entiende. Me creen valiente y demente.
Y por eso me fastidia enormemente el hecho de que, a pesar de mi empeño, de mi afán por hacer los dos grados satisfactoriamente, considero que mi formación es incompleta.
En biología me faltan cosas, me falta ánimo, más horas de laboratorio, más seminarios inspiradores.
En filosofía me veo coartada. No leemos a los grandes poetas. Es una filosofía en cierto modo deshabitada, deshumanizada, como la que habita las mentes de muchas personas. Yo soy la que debe impulsarse a sí misma para leer y leer y no parar de leer todo tipo de obras, sin guía alguna, buscando pautas, ejemplos, filosofías imbricadas en la prosa o en la lírica.
Pero yo no filosofo, no pienso mis propias ideas, sino que hago un repensar, un refrito escaso de las ideas de otros muchos.
Leo y leo, y pienso aquello que leo. Y lo vuelvo a leer. 
Pero no hago mi filosofía y eso es algo que no estoy aprendiendo, que noto que me falta, aunque jamás lo haya tenido.


domingo, 6 de abril de 2014

Notas marginales.

Ya no se lee con el bolígrafo cerca, dispuesto a trazar líneas y palabras.
Se ha perdido eso que Steiner llama la lectura como acción. Acción que comprendería el anonimato, la soledad, el silencio, una forma de encerrarse en el libro, que el lector reescribe a su modo, dejando sus ideas e impresiones sobre este para siempre en los márgenes.
Siempre he sido de la opinión de que un libro carente de notas marginales denota un lector inexistente y que los libros tienen que estar manchados de letras en esos espacios libres y aislados que deja la caja del texto.

sábado, 5 de abril de 2014

Ecce Homo.

¿Cómo se llega a ser lo que se es?
Esta pregunta es el significado real de la expresión nietzscheana ecce Homo. 
La verdad es que esto de que haya filósofos, o que alguien pueda sentirse filósofo supone previamente una gran dificultad.  Nietzsche lo dice bien claro en su Ecce Homo: el objetivo de sus diatribas, de su lucha, de su impugnación, es la moral. Y milagrosamente escribe esto dos semanas antes de despedirse definitivamente del mundo y, por extensión, de la vida. Su ecce Homo no puede entenderse más que como una despedida.
La filosofía no puede ser un inicio si previamente no se ha vivido. La moral había sido la resistencia.
Me he percatado que ni siquiera yo misma estudio para filósofa en sentido estricto. Un tipo como Nietzsche lo tendría hoy complicado, como se observa por el desarrollo de su propio discurso, pues constantemente se ejercita en la textualidad del sí mismo. Hoy, paradójicamente, hay más censores que filósofos.
No sé hasta que punto es admisible la aceptación de esta maquinaria de especialistas en filosofía que escriben de los filósofos sin percibir que, mientras que ellos se dieron para sí una vida en la que generalmente se dedicaron a otras actividades mientras pensaban, los nuevos "filósofos" los explican sin que suceda nada dentro de sus cuerpos (y tomo el cuerpo aquí del modo en que lo percibió Merleau-Ponty).
A ver, claro está que un individuo que es capaz de empezar así una confesión preguntándose por qué es tan sabio, por qué es tan inteligente, por qué escribe tan buenos libros, por qué es un destino, no podía tener por fuerza muchos amigos.
Cuando Hannah Arendt comienza diciendo en su ensayo de la voluntad que ésta no era para los clásicos más que una ilusión, un órgano mental para el futuro, sabe perfectamente que todo el pensamiento nietzscheano se apoya en esta batalla entre realidad y ficción.
Nietzsche comenzaría pronto a construirse él mismo un proyecto de futuro, es decir, un proyecto de voluntad, de manera que su voluntad de poder acabaría siendo el énfasis de sus parábolas, de su dimensión poética, de su tragicidad. Esa voluntad era la ficción, era su ficción. No conozco de momento ni un sólo texto nietzscheano que carezca de la verosimilitud de la ficción.
En un momento de gran lucidez (el gran matiz de toda locura), se pregunta cómo se llega a ser lo que se es.
Y ahí es donde pone a colación el dicho clásico del conócete a ti mismo frente a la disciplina del sí mismo. 
Aún así, pese a su diatriba con los filósofos, especialmente con Schopenhauer, es fácil dar con ese origen de la ficción, del deseo y de la voluntad de poder si recordamos algunas pecias en los tramos sumergidos del principal romanticismo: a Schiller, que dice que la voluntad tiene, en tanto que fundamento de la realidad, poder sobre la razón y la sensualidad; a Schopenhauer, que sostiene que el Ser más allá de las apariencias es voluntad; a Friedrich Schelling, que añade que no hay otro ser que la voluntad.
Nietzsche, como bien explica Steiner, no pudo entenderlo todo, ni siquiera la procedencia teatral del Tristán e Isolda de Wagner, aunque sí admitir que la caída de los dioses había sido producida por la improcedente injerencia de los textos de la tragedia, un teatro puro y musical.
Veo esto en las reediciones o descubrimientos de los textos de Nietzsche. La filosofía, como he incidido antes y como él mismo explicó, no es algo que sólo se escriba, sino que es algo que también se vive.
Aunque evidentemente esto se puede decir también de los pintores que se ciegan ante las apariencias o de los escritores que carecen de biografía. Hay gente que directamente vive en el fracaso, porque no se han hecho esta pregunta: ¿cómo he llegado a ser lo que soy? ¿Por qué soy el hombre más inteligente del mundo? ¿Por qué escribo tan buenos libros?, sin saber que el fracaso es otra cosa, otro Nietzsche, otra demolición.

viernes, 4 de abril de 2014

Miradas.

Cuando le miro hay un sobreentendimiento mutuo.
Mirarle sumergiéndome en sus ojos está más allá de las palabras.
Es como si tuviese una trascendencia inefable, como si mirándole le comunicase algo que no sé muy bien qué es.
Pero él sabe que lo hago, que cuando le miro algo se remueve en mi interior.
Simplemente se intuye.

jueves, 3 de abril de 2014

La defensa de las ideas individuales.

Vivimos en el terror, porque ya no es posible la persuasión, porque ya no podemos recobrar la belleza del mundo, porque vivimos en el mundo de la abstracción, de las oficinas y de las máquinas, de las ideas absolutas y del mesianismo sin matices.
Nos ahogamos entre esa gente que cree poseer la razón absoluta, ya sea con sus máquinas o con sus ideas.
Ese silencio es significativamente el fin del mundo tal y como se conocía.
Hoy somos una ingente masa de hombres a los que se les imponen una serie de ideas.
El miedo tampoco es un clima adecuado para una realmente buena reflexión. La vida humana ha sido siempre una auténtica fruslería, una futilidad.
Verdaderamente, ¿cuál es peor cárcel, la que te priva de tu libertad física o la que te expropia tu libertad mental?
Me decanto por responder que el circo carcelario mundial que te priva de ideas propias, criando a la gente como se cría a perros de raza (condicionando conductas y pensamientos) es muchísimo peor.
Pero ojo, ésta es sólo una de las millones de ideas de una sola mente entre las seis mil millones que hay en el mundo. No cuentan. Son papel mojado.
Rectifico: no son ni papel, la metáfora se despeña por el barranco sin ayuda de empujones amigos. Una idea o conjunto de ideas no es nada.
Es simplemente una sinapsis tras otra.
¿O es que acaso eso importa algo? Quizás si que lo haga y mi experiencia me engaña. Puto Hume y malditos sean el condicionamiento o la predisposición conductivo-racional que ejerce el entorno, la sociedad y el mundo.
Quizá una idea, en disconformidad y antagonismo a lo que piensan muchos
(y a lo que he dicho yo misma de que entre tantas personas que existen, no es nada), lo sea todo.
Tal vez sea la génesis de muchas más con una trascendencia inimaginable.
Quién sabe.



miércoles, 2 de abril de 2014

Elogio de la decandencia.

Hay una literatura de la decadencia. Y una filosofía. Y una vida de la decadencia.
Hombres que saben que la historia y el tiempo pasa por encima de ellos, que les rebasa mientras sus contemporáneos no se enteran de nada, aunque les pase la vida.
Para ser un auténtico decadente hay que vivir un cierto tiempo o tal vez vivir algunas cosas. Pasar de un estado a otro, sobrevivir a algo.
Pero no nos engañemos: se trata de un estado de ánimo más que de una resistencia, un respeto a lo que fuiste, al pasado, a épocas de tu vida.
Yo pienso, además, que esto implicaría que la literatura de la decadencia sólo es posible a partir de la conciencia de la desintegración de una dignidad, de la propia libertad o de la identidad cercenada por la irrupción violenta de un acontecimiento o acontecimientos que cambian la sociedad y el mundo.
Con esto quiero decir que la decadencia es principalmente el anacronismo de vivir en una época que no nos merece, o que simplemente nos desprecia al mostrarnos que hemos vivido.
Es entonces cuando somos capaces de reinventarnos al lograr convertir lo cotidiano en ficción.
Es la mejor técnica (puramente decadentista) para sobrevivir. La misma que posiblemente le proporcionó a Baudelaire una justificación permanente para el cabreo.
Qué profunda belleza se esconde dentro de lo anacrónico, de la incorrección y la decandencia.

Ponerse las pilas.


sábado, 22 de marzo de 2014

Soy intertextual.

Hallo hilos de Ariadna, miasmas incluso, caminos de perfección, en la intertextualidad, palabra conquistada como una colina en una guerra por soldados que la hacen suya.
Viniendo a casa desde el metro después de la tutoría de teoría literaria, me vino a la cabeza la idea del hombre intertextual.
Hemos tenido tenido el hombre adánico, el héroe, el anticristo, el hombre accidental y ahora me viene a la cabeza el intertextual, ese hombre que no puede estar en ningún lugar porque está ya en todas partes y en ninguna, descentralizado, que sabe hallar los hilos y miasmas de las cosas atando cabos, cada vez con más vividuras procedentes del texto.
Llamo intertextualidad al hecho de que ya no hay nada escrito que no pueda remontarse a otro anterior.
La intertextualidad sin embargo impide la narratividad, la fluidez del texto propio.
Es como si un autor no pudiera seguir siendo propio ahogado por las vicisitudes del recuerdo, de la memoria de otros textos que se abren camino dentro de ti, en medio del autor. Tú no eres tú, sino que eres otros.
Me he dado cuenta de que soy intertextual, soy una persona hecha de textos que al fin ha visto sus enlaces, sus relaciones, sus recovecos y entresijos.
¿Habrá un fatum, un "destino", en el hombre intertextual?
¿Un silencio como intertextualidad?
A veces la textualidad no es otra cosa que textura, puro cuerpo, carne.
Y la intertextualidad, en cambio, permanece bien etérea, bien tangible, depende de la perspicacia en la que se encuentren nuestras sinapsis neuronales.

domingo, 16 de marzo de 2014

Amor.

La falta de amor en las relaciones sexuales nos habla de un mundo hético, lacerante y derrotado.
Amar se parece al viaje de un viajero que se despide de todo y va a su encuentro.
El amor, todo amor, permanece oculto en su magnitud al viajero, y sólo lo halla después de haber viajado por el mundo durante su existencia.
Para mi el amor es otra realidad formal. Otra forma. Esa forma que no quiere para sí la sociedad corrompida y abyecta por falta de amor, esa forma, ese estilo.
El amor como residuo de una duración, un compromiso. Una fuerza ciega.
Sin amor, sin amar, nadie está libre de entrar en la locura.
Si alguien deja de amar, o hasta que no ama, no sabe quién es ni qué es.
El amor es precisamente un compromiso entre una libertad y un recuerdo, libertad en el gesto de elección.
De repente algo se mueve alrededor del viajero.
Es muy cómodo y placentero hacer el amor. No practicar sexo, sino hacer el amor hallándose enamorado.

Palabras.

Hay palabras que se mantienen y se agarran a la vida por encima de la carne, por encima de todo.
Se niegan a morir, como apelando a tu propia existencia, desnudándote.
La vida humana se reduce a un sueño y toda escritura se hunde en la mitología personal y secreta de su autor. El estilo literario funciona a modo de necesidad, como si sólo fuera el término de una metamorfosis ciega y obstinada. Me gusta verme en el límite de la carne y el mundo.

¿Quién soñó que la belleza pasa como un sueño?

Desfilamos y desfila con nosotros el mundo atareado entre las almas de los hombres que se despiden y ceden su puesto como las pálidas almas en su glacial carrera, bajo estrellas que pasan, espuma de los cielos, sigue viviendo este rostro solitario.

La perfección en un párrafo.

No me importa que tus pechos se pierdan entre costillas de terciopelo, porque por esa planicie voluptuosa yo ascenderé al cielo. No me importa tu rostro flébil de tísica enfermiza, y miasmas que ensombrecen tu cuerpo débil. No me importa que tus lúgrubes fanales me aconsejen que tu féretro me aguarda, porque por un solo instante tu serás mi eternidad. Nuestras miradas tiernamente se encontraron en el abismo traspasando las barreras inicuas del mundo.

Vértigo.

"La conducta moral del  hombre se parece a su aspecto físico, que no es más que una caída continua".-J.P.Richter.
Los críticos de Gravity (el filme), si conociesen estas palabras, habrían escrito sus escolios de manera más esencial, más profunda, puesto que es un hecho que una de las grandes limitaciones de nuestra existencia es la gravedad, el abismo, la caída cuando en cualquier circunstancia pierdes pie (un golpe, una impresión, una caída, una conmoción, un atentado, un suicidio), el vértigo.
Hay un momento horrible en Gravity  y es cuando la chica (Sandra Bullock, que en mi opinión merecía el Oscar por tal actuación de órdago) pierde contacto con la nave y es absorbida en el espacio infinito por el abismo.
La sensación de vértigo es espantosa, la puede sentir incluso el espectador.
Es la misma sensación que siente Stewart/Scottie colgado encaramado del tejado viendo cómo más tarde la mujer que ama cae al vacío, y que él también puede caer al vacío inútilmente.
Recuerdo mi experiencia haciendo Bungee Jumping (puenting) y cómo todo se mueve hacia ti, y sientes miedo y vértigo en su estado más puro. Esos segundos son odiosos, pero luego todo pasa y una sensación indescriptible te envuelve. Es la adrenalina, que hace de las suyas. O tal vez durante unas milésimas de segundo, gracias a esta potente sustancia natural, puedas fundirte con el vacío.
Dijo Bachelard que somos seres pesados, cansados, lentos, seres cadentes. Por ello yo pienso que una psicología de la gravedad sería imposible llevarla a cabo sin meditar la idea de ligereza, o la nostalgia de ligereza, eso que arropa prodigiosamente a los dos astronautas de Gravity.
Según Steffens, el proclamado poeta noruego de la Naturphilosophie, 
el vértigo es una súbita soledad.
Quizá la muerte de Madeleine (la mujer que ama Scottie) sea en el filme de Hitchcock una sensación de súbita soledad. ¿Cuándo empieza a sufrir esa súbita soledad? ¿Cuando esconde un crimen repugnante?
¿Cuando descubre que un hombre oscuro la desea igual que si Empédocles deseara la muerte al sentir los vómitos de lava del Etna?
La súbita soledad absoluta la siente la chica de Gravity cuando pierde contacto con el único asidero que puede devolverla a la vida.
El vértigo es entonces una forma de sentirse solo en las profundidades del ser. Es caída evidente, es la ruina del ser. Es un vacío metafísico.
Y es también por ello uno de nuestros grandes sueños. Goethe escribió que no hay verdaderos deleites sino en el punto en el que comienza el vértigo.
Yo también he soñado muchas veces estar a punto de caer por el abismo.
Si no soporto las imágenes de las personas que murieron arrojándose a la nada en las torres gemelas es porque me identifico con esa escatología del terror que tuvieron que sufrir en esos deleznables instantes.
Todo esto, estas imágenes de la caída, del abismo, del sueño, de la muerte y la vida, también forman parte de la belleza de lo sublime.
Gracias a la gravedad, sobrevivimos o morimos.
La gente prefiere no pensarlo como si se pudiera vivir sin pensar todo el tiempo.
Es una caída continua, un vértigo eterno. Al igual que la vida.

sábado, 15 de marzo de 2014

¿De dónde procede esa búsqueda?

Esa necesidad de resolver los misterios de la vida cuando no podemos contestar ni a las preguntas más sencillas.
¿Por qué estamos aquí?
¿Qué es el alma?
¿Por qué soñamos?
Tal vez nos iría mejor sin mirar más allá. Sin ahondar. Sin anhelar.
Pero la naturaleza humana no es así. Ni el corazón tampoco. No es por eso por lo que estamos aquí.

miércoles, 5 de marzo de 2014

¿Qué es el hombre?

A veces las grandes joyas de los grandes escritores no se hallan entre sus obras, sino que es más común hallarlas en las esquirlas de su literatura, en los huecos banales de sus correos, en alguna frase suelta recogida de casualidad por algún medio.
Baudelaire le escribió a su notario un despacho que es todo un juicio final sobre su época. Y como últimamente me siento tan a sabor con el simbolismo y la analogía, procedo a reproducir aquellas palabras:
"Con la excepción de Balzac, Merimée, Chateaubriand, Stendhal, Flaubert, De Vigny, Banbille, Gautier y Leconte de Lisle, toda la chusma moderna me horroriza. Vuestros académicos, horror. Vuestros liberales, horror. 
La virtud, horror. El vicio, horror. El estilo fluido, horror. El progreso, horror. 
No me habléis nunca más de los pregoneros de la nada".
Ahora no es el momento de hablar de su estética, ni de sus flores del mal, ni del principio de una nueva época que supuso su intervención social, ni de sus intenciones edípicas con su madre (a la que trataba como una amante, viéndose con ella a escondidas en el Louvre).
Hoy Baudelaire es para mi un arranque, una forma de expresar mis divagaciones disgregadas.
Todo el mundo espera en todas partes a que algo suceda, pero las preguntas esenciales dejaron de formularse con la huida del existencialismo.
Desde que dejamos de preguntarnos qué es el hombre, por su sentido auténtico. Ahí Kant llegó más lejos que nadie auto formulándose preguntas decisivas que debe hacerse todo hombre: ¿Qué puedo saber?, ¿qué debo hacer?, ¿qué me cabe esperar? y ¿qué es el hombre? Y eso que la última pregunta, precisamente la más importante quedará siempre irresoluta.

Me das ideas.

Debería estar estudiando histología como una posesa, pero en lugar de ello me he puesto a pensar un rato en mi refugio bajo el abrigo de mi edredón, que me guarece del mundo y de la realidad.
Me encantaría quedarme aquí el resto de la semana con cierta persona que últimamente alegra mis días con cada una de sus sonrisas, con cada una de sus miradas, con cada uno de sus besos.
No saldría de ese estado ideal de escondrijo perfecto en mucho tiempo.
Hohl también tuvo su madriguera. Salía y entraba y colgaba sus notas y sus aforismos en el tendedero como si sacara su ropa a secar.
El nombre de Hohl es ya todo un presagio: significa hueco, hondo, hendidura. Era un coleccionista de silencios. Como Kvothe.
Este filósofo tuvo la osadía de ver el mundo liberándose de las falsas imágenes que se proyectaban en la pared. El hombre da la vuelta, gira sobre sí mismo y en principio ve un fuego artificial que expande las sombras de las cosas. Pero ya empieza a tomar conciencia de sí mismo, de la realidad (pues toda realidad empieza por uno mismo). Ya no es como los demás hombres de la caverna platónica que admiran las doxai, las falsas opiniones, las apariencias (y que ojo, también son filósofos aunque de una forma más oscura e ignorante).
Si Sócrates hubiera sido el hombre que salió de la caverna y el que volvió a ella con estupor, se hubiera quedado mudo, hubiera entrado en lapsus debido a que ese conocimiento es frecuentemente un pathos, un dolor, es decir, hubiera quedado aquejado de largos silencios tan profundos e inexplicables como los de Ludwig Hohl colgando sus pensamientos en el tendedero.
Como yo, que tras pensar esto he caído presa de un ensimismamiento peculiar y me he levantado de la cama permaneciendo en una especie de trance a escribir esto porque estaba en shock, conmocionada por el hecho de que se me ocurriese si quiera meditar tal cosa.
Y pensar que todo ha empezado por un proceso mental de realizar una analogía con la palabra guarida, por estar pensando en él en vez de leerme tropecientas diapositivas. Que paradójico, ¿no?

martes, 4 de marzo de 2014

El malvado.

Cuenta Deleuze que un día Sócrates se las tuvo que ver con un malvado.
Como todo el mundo sabe, es muy difícil dialogar con los malvados, pero Sócrates era un tipo especial.
Cuando el malvado estuvo ya ante él, le preguntó:
-¿Tú quieres asesinar, no?
-Sí, si-contestó el sujeto-yo quiero asesinar, quiero matar a todo el mundo.
-Pero, ¿por qué quieres matar a todo el mundo?-preguntó Sócrates.
-Porque me da placer. Así te lo digo, Sócrates, me da placer.
-Pero dime, ¿el placer es un bien o es un mal?
-Evidentemente, es un bien-responde el individuo-eso hace bien.
Y Sócrates dijo:
-¡Pero eso es una contradicción! Porque lo que tú quieres no es matar a todo el mundo, matar a todo el mundo es un medio. Lo que tú quieres es tu placer, y tú mismo me has dicho que el placer es un bien.
Resulta que tu placer es matar a todo el mundo, pero lo que quieres es obtener tu placer y si el placer es un bien, entonces tú quieres el bien. Simplemente te equivocas sobre la naturaleza del bien.
Entonces el malvado dijo:
-No, no se puede hablar contigo, Sócrates.
Y Sócrates insistió:
-Es preciso que busques tu bien. Y evidentemente tu bien es asesinar, pero siempre es un bien, tu bien; entonces, no puedes buscar el mal.

Al final, el malvado se vuelve loco y Sócrates espera simplemente a que el asesino se destruya a sí mismo.
En definitiva: el hombre malvado es aquel que juzga mal, y el filósofo es quizás idiota, pero es bueno porque pretende juzgar bien.

Voluntad de poder.

La gente no ha entendido el concepto de Superhombre de Nietzsche y habrá que volver a explicarlo desde Spinoza, que es de donde partió. Seré breve y no me iré por las ramas.
Se trata de la idea de ser fuerte. Ser fuerte es un modo de vida. No es salir a la calle a manifestarte en compañía de otros, así es fuerte cualquiera.
Es salir a la calle solo, si se me permite esta expresión (es que no se me ocurre otra metáfora, igual que sale un torero ante el toro. El torero es fuerte, más fuerte que el toro indefenso. Y el ruedo naturalmente es la vida, es la construcción de la vida desde que comienza.
Mientras el Superhombre se enfrenta a las cosas solo, aquellos que salen en grupo son débiles, son los esclavos, término que utiliza Nietzsche con frecuencia en el Zaratustra. Nietzsche también toma de Spinoza la trinidad que forman el tirano, el clérigo y el esclavo.
Y es que hay algo que tienen en común el tirano que tiene poder, el esclavo que carece de él y el sacerdote que no parece tener otro poder que el espiritual, y es que son impotentes. Tienen la necesidad de hacer reinar la tristeza, de entristecer la vida, eso que también puede atisbarse en Foucault.
Lo explico un poco más: el tirano tiene la necesidad de la tristeza de sus "súbditos" (porque no hay terror que no tenga como base una especie de tristeza colectiva). Esto es algo que se ve muy bien en el pueblo cubano. Esa tristeza la veo también en el paleto que se ríe de nosotros mirándonos como Polifemo desde Gibraltar.
El tirano, el clérigo y el esclavo necesitan dedicarse al cultivo de la tristeza, en feliz expresión del filósofo bergsoniano.
Pero tener poder no es tener fuerza. Y tener fuerza no significa que se vaya a alcanzar otro poder que no sea el de la tiranía, ya sea laica o religiosa.
Si los esclavos carecen de voluntad de poder, también de fuerza.
Esto es algo que no se ha comprendido a pesar de que el sabio Nietzsche lo expresó claramente: la voluntad de poder no es la voluntad de alcanzar poder, sino la voluntad del poder hacer, la poiesis.

Eternamente vivos.

Deleuze dijo una vez: Nosotros sentimos, experimentamos, que somos eternos. La mitad de su clase se sintió consternada, la otra mitad no lo entendió. Pero él le quitó importancia a esta reflexión como si dijera que esa frase no era suya, sino de Spinoza. De igual modo, tiene su importancia, porque fuera de Deleuze o de Borges, es muy complicado entender a Spinoza.
Es normal que sintamos y experimentemos que somos eternos, no por la forma despiadada que se da a la gente para el vivir, sino simplemente cerrando por un instante los ojos.
Después, Deleuze explicó que el único filósofo que había trazado una forma de composición, una dialéctica, entre ontología y ética, había sido Baruch Spinoza. Y todo lo que éste no explicó en su ética, lo añadió Deleuze, aquel hombre de personalidad tan extraña.
Recuerdo también que en otras circunstancias comentó que la filosofía es el arte de inventar, de formar, de fabricar conceptos. Ahora me parece muy difícil vivir sin que podamos notar el concepto de existencia a nuestro alrededor.
Cuando expresó estas ideas, nos desbordó. Nos reveló tres dimensiones de la individualidad y, en correspondencia, tres géneros de conocimiento.
Por ello cuando oigo hablar de metodología, ahora me siento muy apenada, muy sola, porque percibo una involución intelectual. Las ideas inadecuadas forman parte del primer género de conocimiento de las cosas. Qué idea!
De ahí derivarían afectos y/o pasiones inadecuados.
Si aplicáramos aquella primera idea a lo que apreciamos hoy de la realidad, entenderíamos más allá de la ideología, por qué algunos individuos zozobran en medio de su pestilencia. Nos preguntaríamos por qué hay y ha habido tantos hombres condenados a tener ideas desdichadas sobre la vida, la política, las relaciones sociales, la ansiada dominación sobre los hombres...
Deleuze añadió también que hay un segundo género de conocimiento, cómo se componen las relaciones y cómo se descomponen. No sólo se refería a las relaciones humanas, sino a cómo nos relacionamos con las cosas, los objetos, el ser, Dios, la muerte. Había también un tercer género de conocimiento: el conocimiento intuitivo o intensivo, es decir, el de las esencias. Hay una relación muy compleja entre la esencia de lo que uno es y la exterioridad en la que uno se extiende hacia fuera.
Esto en realidad viene a decir según creo que nuestras relaciones, la forma que tenemos de comportarnos, indican nuestra esencia. Nuestra metodología, nuestros géneros de conocimiento, reflejaría nuestro modo de existencia.
Naturalmente, no hay Ley de Educación que pueda resolver esto, pero si supiésemos aplicar esta metodología de vida habríamos resuelto muchas cosas. Hay muchas personas que nunca pasan del primer género de conocimiento, y cuando pasa el tiempo se preguntan si no habrán pasado toda la vida engañándose. Imagino a los alumnos de la universidad al terminar sus carreras. ¿Cuántos de ellos lograrán conocer y dominar los otros dos géneros? Este es un asunto que debería interesar a las autoridades académicas y a los estúpidos que propagan ideas innecesarias o vacuas por incapacidad o maldad.
Curiosamente, Deleuze no se detuvo mucho en cavilar sobre esto. Volvió al asunto de la inmortalidad, y dijo que Spinoza no hablaba de la inmortalidad cuando se refería a la eternidad.
Estoy de acuerdo. Y es que son cosas, conceptos, bien diferentes.
Mientras que la inmortalidad excluye un antes y un después, la eternidad se haya en un antes y en un después de la vida. Esta idea quizá proceda del Fedón de Platón, un diálogo sobre la inmortalidad del alma, pero siempre me ha rondado en la cabeza de una manera teológica e incluso tautológica.
Y es interesante, porque se halla más allá de una idea del tiempo.
Uno hace la experiencia de que es eterno. Sentirse eterno es sin duda una experiencia, aunque haya que ejercitarla. Hay una praxis de la sensación de sentir la eternidad, no la inmortalidad, a no ser que se trate de una metáfora, un artilugio semántico.
De hecho practicamos todos los días la sensación de sentirnos bien, de sentirnos mal, pero no nos damos a la relación intrínseca con la esencia de lo que somos. Esa sensación la poseen hoy muy pocas personas.
Al poder no le interesa que una persona posea interioridad. Esto pone a colación la idea de la pars íntima : la ausencia de intimidad, ese algo que nunca se revela a nadie, es imposible en una dictadura y ahora parece que también en una democracia.
La interioridad es una intimidad. La presión existente la destruye.
Lo mismo sucede con el pudor.
Mientras Mizoguchi y los grandes artistas filman el eros sin renunciar a una intensidad del pudor, la mayoría desconoce que hay una relación entre ontología y ética que sólo Spinoza consiguió reunir, de tal forma que Deleuze la explicó de una manera asombrosa para muchos que no habían conseguido entender.

domingo, 2 de marzo de 2014

HALA MADRID.

Es la sensación inesperada de encajar con una persona.
De que alguien me guste en serio.
De que se me quede su olor en la ropa y me agrade.
De comprender aunque quizá sólo sea mínimamente.
Y pensar en su boca, en sus labios que encajan en los míos sin esfuerzo alguno; en el tacto de su lengua.
Y saber cómo es su personalidad, tranquila, paciente y a pesar de que sólo sea un momento, de forma efímera, hacerle sonreír.
Me encanta ser forofa del mismo equipo de fútbol y poder apoyarme en su hombro mientras toco su pelo suave y veo un partido al mismo tiempo.
Me deleita recrearme en la textura de sus brazos y sus manos fuertes y mirarle a los ojos.
Me fascina hablar con él y cómo me hace sentir.


sábado, 1 de marzo de 2014

Die Stimmung.

En clase observo que a menudo hablamos de ética sin considerar otra cosa que no sea el carácter, el ethos, pero viendo desde dónde parte todo esto, si se sigue una línea que empieza en los escolásticos con el ánimum, sigue con Spinoza con el conatus y acaba con Heidegger en el encontrarse, me doy cuenta que hay una cosa previa al carácter, que también forma parte de la ética o del ejercicio (al menos) de ir hacia ella. Freud lo llamó la libido, pero Aranguren lo llama el talante. Hay una palabra alemana que Eisner usó para calificar ciertas composturas de los personajes que cruzan el expresionismo, el Stimmung, que vendría a ser el pathos, lo originario, el punto de partida de todo hombre al nacer. Algo que nos ha sido dado previamente y que no depende de nosotros.
Al final resolvemos todas las cuestiones de la personalidad acudiendo al carácter, pero es evidente que en todo ser humano hay un talante, una disposición previa, eine Stimmung.
Y después una construcción continua que sólo acaba cuando alcanzamos la meta.
No hablo de otra cosa que de la vida, algo que actualmente no se trata en la sociedad, pues la vida debe ser objeto de la ética.
Es sorprendente que una sociedad que produce constantemente correcciones externas a determinadas desviaciones del comportamiento sin permitir previamente que los individuos construyan una personalidad coherente y cierta, se engañe a sí misma.
En la edad antigua prosperó la idea aristotélica de una ética tendente al pensamiento y la moderación.
Después con el influjo del cristianismo basculamos entre la vida contemplativa y la activa y finalmente con Kierkegaard, cuyo influjo quizá no haya terminado todavía, nos hemos movido en una tríada que evoluciona desde el estadío estético, pasa por el ético y acaba en el religioso.
Es muy bonita la reflexión de Aranguren acerca de que nuestra libertad actual está condicionada por la historia de nuestra libertad en relación a ciertas decisiones que ya no podemos determinar porque nos lo impide nuestro propio pasado, nuestro historial personal.
El hombre se va enredando así en su propia maraña, en la red que él mismo ha tejido. Este autor habla de la libertad en general en términos abstractos sin considerar a priori qué lazo hemos entretejido desde el talante hacia el carácter, qué elementos hemos inferido al punto de partida para encontrarnos existencialmente.
El problema de la infelicidad es este acordeón roto y agujereado que no vemos porque está contraído y al distenderlo deja ver con claridad los descosidos y grietas de nuestra existencia. Por ello nuestro mundo está lleno de hombres acordeón, personas que ya nunca podrán cambiar el rumbo de sus vidas por no haber sabido hacer un buen uso de su libertad. Pasó la oportunidad de ser diferente, pasó el kairós para ellos.
Kierkegaard sostenía la idea superflua de que el título universitario, los idiomas y los viajes completarían el ordo de la personalidad, cosa que me parece descabellada, porque no todas las personas disponen de la misma fuerza de libertad, ni de igual fuerza de voluntad.
La naturaleza, el hábito y la situación cercan triplemente nuestra libertad y justamente en este ser transnatural es en lo que consiste ser hombre.
La existencia es un proyecto, da igual a que nos dediquemos o que habilidades hayamos contraído a lo largo del proceso si previamente hemos logrado saber qué estamos siendo, y quién somos.
En el fondo lo que está en juego es el ser, el hacerse a sí mismo.
La distorsión entre el ethos y el pathos impide una personalidad madura.
El arte de reunirlos e igualarlos indica, por el contrario, una existencia profunda y rica.
Eso sí, no hay que acaparar objetivos, porque al final eso deriva en un "el fin justifica los medios" y además no explica la construcción de un proyecto vital. En realidad lo único que debería interesar es la manera en la que hayamos conseguido nuestros objetivos y la forma que tenga por tanto nuestro proyecto vital tanto en la vida activa como en la contemplativa.

Mi apreciado Platón.

Lo asombroso de Platón es que no sólo recogió la antorcha de los filósofos que le precedieron, sino que la huella que ha dejado en la arena no ha habido ola que la haya borrado jamás. Se transformó a sí mismo ( y a Sócrates) en un personaje de ficción, sin perder nunca el referente de que nos habla una persona real.
La manera en que trata los mitos (ya sean el de la escritura, el de la caverna, el del carro alado) indica una vocación auditiva prepotente y a su vez una voluntad de estilo que es posible hallar en cualquiera de sus textos; el placer del texto, para decirlo con palabras de Barthes. Platón fue, es y será el pensador riguroso, el maestro de la doxa, el lógico y celebrador de las matemáticas, el escritor imaginativo líricamente inspirado.
Platón imitará a su maestro, lo defenderá; escribir y hablar son la misma cosa.
Eso ya estaba en el mito: hablar supone decir la verdad, incluso aunque sea a partir de una ambigüedad tan dramática como es la dialéctica, mientras que escribir lleva aparejado lo oscuro, algunas veces la mentira, lo extraño, lo que no es nuestro. Es difícil encontrar a alguien que habla mintiendo, porque el habla está más estrictamente sometida al lenguaje, a la abstracción que la escritura.
Naturalmente, sigo aquí el diálogo de Sócrates con Fedro, y ese diálogo es evidente que no se ha acabado.
Jaspers cuando habla, es decir, cuando escribe de lenguaje, dice como Gorgias, que si se pudiera conocer el ser, no podríamos comunicar lo alcanzado. Es verdad, pero ahora ocurre ese fenómeno a la inversa: necesitamos ponernos delante de una máquina o de un folio porque intuimos que no hemos sabido comunicarnos en el habla, lo cual es muy paradójico.
Es muy fácil mentir desde la escritura.
Platón tuvo que divertirse lo suyo al percatarse de esta transformación del discurso.
En un capítulo de Las Leyes, Platón se defiende a la manera en que acostumbraba Sócrates, de la crítica que se le hace a su ilusa e ilusionante República en donde no habría sitio para los trágicos, con una respuesta de escalofrío:
"nosotros mismos somos autores de tragedias y autores de la más bella y mejor tragedia, pues toda nuestra Constitución no tiene otra razón  de ser que imitar la vida más bella y excelente; y ahí se halla la tragedia más auténtica. Así pues, vosotros sois autores y nosotros también. Somos vuestros rivales en la representación y creación del drama más bello, el único naturalmente apto para crear la verdadera ley".
Este fragmento resulta tan aplicable a tal número de situaciones contrapuestas que por sí mismo merecería un curso de vida, esto es, de docencia completa de representación dialéctica y filosófica, estética y moral. Es duro y al mismo tiempo es fluido como los ríos de sangre que dejan un cauce insoslayable en la historia.

jueves, 27 de febrero de 2014

Libros de libros.

Últimamente me atrae cierto tipo de libros más que otros. Si lo miro desde el punto de vista de la psicología y me autoanalizo, encuentro una certeza: estoy algo harta de leer lo que yo llamo "libros de libros" o libros de citas, en donde la opinión personal del autor o mejor dicho, recopilador, está escamoteada, ya sea sobre el presente, ya sea sobre su circunstancia.
Las publicaciones actuales han seguido esta línea, aunque no me gusta generalizar porque la generalización precipitada sigue siendo que yo sepa una falacia y porque también de cuando en cuando aparece un libro cojonudo que rompe con todo, que es como un tsunami e inunda y deja en evidencia las otras escrituras mediocres.
Pero hoy por hoy, casi en su totalidad generalmente se trata de libros  en donde no se manifiesta la escritura como una vocación de estilo, en donde no se piensa ni se opina.
Hoy, alcanzar una opinión entre intelectuales es algo prácticamente imposible, y si escriben en los periódicos lo hacen como auténticos y serviciales adláteres del sistema.
Hay veces que me da la sensación de que hay por ejemplo cierto paralelismo en los ensayos de Ortega y los acontecimientos políticos actuales. Eso me deja estupefacta e inquieta, ya que tras 100 años volvemos a situarnos en el mismo punto en donde se hallaba el filósofo. O quizá hemos regresado al punto desde el que partimos, como suele suceder en las grandes obras literarias, en el mito, el cuento, la novela. Sin que nuestros pensadores
(o el maldito ciudadano que designan "de a pié" y que puede ser tan buen pensador como cualquier hijo de vecino con un encéfalo humano) deseen repensarlo. O simplemente porque lo desconocen, lo cual hace más grave su injusta despersonalización, su delirio crítico.
Pero si el ciudadano es un héroe cotidiano, entonces la patria sería aquello que pensamos por la mañana que hay que hacer durante el día.
Esto es algo que roza ya la abstracción más absoluta.
Somos espectadores. Pero es un nuevo concepto de espectador. Antes el espectador era la base prototípica del interés por la vida y por las cosas. Era otra mirada; un leer entre líneas. Un saber ir al fondo de las cosas, al meollo del asunto.
Y ahora los únicos espectadores genuinos quieren alejarse del escepticismo relativista y del racionalismo universalista, no desean convertirse en hombres masa, sino salirse de las cosas y mostrarlas en sus circunstancias.
Ahora en los debates televisivos matan a la Esfinge porque no quieren escuchar, y al ver llegar a alguien que podría liberarlos de esta peste contemporánea, prefieren no saber la verdad.
Vivimos en un tiempo-escribió Ortega- en que uno se siente fabulosamente capaz para realizar, pero no sabe realmente qué realizar.
Y es así. Lo he comprobado. En la universidad prima, abunda el intelectual cínico. Una clase de hombre masa instalado en el no saber, alejado completamente de la razón vital, un tipo de sujeto incapaz de criticar lo que está mal porque, en realidad todo lo que ve a su alrededor, para él está cojonudo; marcha bien. Eso sí, es fácil verlos venir.
Tal vez no sea culpa suya, sino de la adopción sin reproches de un pensar utilitario.
Ved los programas del colegio, de la universidad. Creen que por mandar a sus hijos a aprender de memoria inglés, lengua, ciencias...etc acabarán aprendiendo a hablar y a pensar. Y sobre todo, a ganar dinero.
La gente actúa poco, es una masa adormilada con embustes, que bien se despierta indignada, bien sigue en un sueño profundo.
Hay que empezar a ser guardianes de lo imprescindible, y a criticar hasta la extenuación cuando falte. Necesitamos recuperar la connotación antigua y olvidada de espectador, y dar un paso más hacia la acción.
En fin, me voy a la cama a deleitarme leyendo uno de esos escasos libros que no es de libros y a rumiar lo dicho.