jueves, 3 de abril de 2014

La defensa de las ideas individuales.

Vivimos en el terror, porque ya no es posible la persuasión, porque ya no podemos recobrar la belleza del mundo, porque vivimos en el mundo de la abstracción, de las oficinas y de las máquinas, de las ideas absolutas y del mesianismo sin matices.
Nos ahogamos entre esa gente que cree poseer la razón absoluta, ya sea con sus máquinas o con sus ideas.
Ese silencio es significativamente el fin del mundo tal y como se conocía.
Hoy somos una ingente masa de hombres a los que se les imponen una serie de ideas.
El miedo tampoco es un clima adecuado para una realmente buena reflexión. La vida humana ha sido siempre una auténtica fruslería, una futilidad.
Verdaderamente, ¿cuál es peor cárcel, la que te priva de tu libertad física o la que te expropia tu libertad mental?
Me decanto por responder que el circo carcelario mundial que te priva de ideas propias, criando a la gente como se cría a perros de raza (condicionando conductas y pensamientos) es muchísimo peor.
Pero ojo, ésta es sólo una de las millones de ideas de una sola mente entre las seis mil millones que hay en el mundo. No cuentan. Son papel mojado.
Rectifico: no son ni papel, la metáfora se despeña por el barranco sin ayuda de empujones amigos. Una idea o conjunto de ideas no es nada.
Es simplemente una sinapsis tras otra.
¿O es que acaso eso importa algo? Quizás si que lo haga y mi experiencia me engaña. Puto Hume y malditos sean el condicionamiento o la predisposición conductivo-racional que ejerce el entorno, la sociedad y el mundo.
Quizá una idea, en disconformidad y antagonismo a lo que piensan muchos
(y a lo que he dicho yo misma de que entre tantas personas que existen, no es nada), lo sea todo.
Tal vez sea la génesis de muchas más con una trascendencia inimaginable.
Quién sabe.



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