La vida es un cuento lleno de ruido y furia contado por un idiota, decía Shakespeare.
Y eso es lo que hay que valorar. No vivir en ilusiones ni mentiras.
Si la vida es una locura, ¿por qué no vivir locamente?
¿Por qué no aprovechar que nada tiene sentido para inventártelo tú?
Habría que disfrutar de la vida de forma irreflexiva como si fuésemos niños y no se nos fuese a agotar la energía, las ganas y la propia vida jamás.
Precisamente en la asunción consciente de un mundo y una condición finita, trágica, absurda, reside la belleza de luchar contra ello como si la lucha tuviera sentido sabiendo que carece de él.
Y apasionarse sabiendo que la pasión es inútil.
Negarlo, pese a saber perfectamente que al negar tantas veces lo innegable, lo estamos afirmando
Tomarse la vida en serio aún sabiendo que es un puto juego.
Volver a cargar una y otra vez la piedra de Sísifo.