martes, 24 de diciembre de 2013

Es tuyo.

Estas palabras no son mías. Nunca lo fueron ni lo serán.
Lo que se escribe para alguien deja de ser de uno mismo, inmediatamente pasa a ser de otro.
Y por eso, es tuyo para siempre.

Tu sigues conmigo. Intacto, presente.

Mientras leo, respiro o me muevo te mantengo muy cerca de mi entre mis pensamientos, con la certeza de que nunca me abandonas del todo, que vigilas y asientes o disientes ante mis actos, ante mis decisiones. Que me sonríes no del todo abiertamente, en calma, en la tranquilidad de saberse incorpóreo. 
Contigo no necesito esconder mi pasión por determinadas cosas, porque a ti también te gusta lo que a nadie más interesa. Participas en ello, me haces feliz en una manera atípica. Aunque, ¿qué felicidad es habitual?

Y de pronto

Quise la armonía de las ambiciones triviales.

Un libro especial.

Hoy recordé tu cumpleaños y sé que estarás feliz.
Como siempre, ayer caminé por el centro, jugué con flores amarillas, me dejé abrazar por la lluvia, permitiendo que las gotas de agua recorriesen mi cara. Inventé historias con la gente que iba en el metro.
Y lo más importante: visité la librería y, recordando tu cumpledías, escogí y compré un libro para ti.
Nunca te lo entregaré y nunca podrás leerlo (sé que es científicamente imposible), pero como yo nunca lo leeré...pues el libro ya es tuyo.

lunes, 23 de diciembre de 2013

La decepción en la piel.

Aún siento el sabor de lo no dicho, de lo que no me atrevo a decir, amargando mi boca, abrasándome la garganta, luchando por salir.
Me recreo en lo callado, en esa huella, en ese efecto que deja. Lo paladeo.
Me miro y contemplo el trágico abandono que oculta mi gesto, con la tristeza ingenua de estar en lo cierto cuando se que tengo ganas de desenmascarar el dolor, cuando se que tengo que tocar la herida y sentir su contorno, su punzada, en la piel.

PREFIERO.

Prefiero el cine.
Prefiero los gatos.
Prefiero Dostoievski a Dickens.
Prefiero que me guste la gente, a amar la humanidad.
Prefiero tener a mano la mente.
Prefiero no afirmar.
Prefiero preguntar.
Prefiero pensar.
Prefiero decir que la razón es culpable de todo.
Prefiero las excepciones.
Prefiero salir antes.
Prefiero hablar de otras cosas.
Prefiero viejas ilustraciones a rayas sin sentido.
Prefiero lo ridículo, lo extravagante, lo interesante.
Prefiero en el amor los aniversarios inexactos que se celebran todos los días.
Prefiero los moralistas que no prometen nada a los cínicos.
Prefiero la bondad astuta que la demasiado crédula.
Prefiero la banalidad del mal a la maldad cruel y consciente.
Prefiero la tierra mojada.
Prefiero el viento en la nuca.
Prefiero los países conquistados a los conquistadores.
Prefiero tener reservas.
Prefiero el infierno del caos al infierno del orden.
Prefiero los cuentos a las primeras páginas del periódico.
Prefiero las hojas sin flores a la flor sin hojas.
Prefiero los perros con el rabo sin cortar.
Prefiero los ojos claros porque los tengo oscuros.
Prefiero los cajones, los escondites aleatorios.
Prefiero el cero solo al que hace cola en una cifra.
Prefiero el tiempo instilado al estelar.
Prefiero tocar madera a piedra.
Prefiero no preguntar cuánto me queda y cuándo.
Prefiero tomar en cuenta incluso la posibilidad de que el ser tiene su razón.
Prefiero preferir.
Prefiero muchas cosas que aquí no he mencionado.
Prefiero.



Borges


La felicidad, cuando eres lector, es frecuente.

Microvorágines.

Su vida era un mar en calma. Extrañaba la emoción de las tormentas.

Hablan de patria.

Mi patria son unas notas de guitarra, de piano en unos auriculares llenos de nudos que relaja deshacer.                                                                                     Mi patria son unos libros ajados, sobados una infinitud de veces.
Mi patria es una sonrisa sincera en unos labios llenos.
Una promesa incumplida. Un pelo suave. Una lengua áspera de gato.         Una manta también suave. Unos ojos para perderse.                                          
Un abrazo inquebrantable. Una honda caricia.Un edredón que envuelve.
Un sueño abismal. Una frase trascendente.                                                         Una reflexión tachada, rectificada cientos de veces, escrita para ser quemada hasta que la mente se apaga.

De esos días.

Hay días en que me levanto con una esperanza demencial, momentos en los que siento y sé que las posibilidades de una vida más humana, mejor, están al alcance de nuestras manos.
Este es uno de esos días.

Será cierto?


Crea tu propia realidad.

Tal vez sea eso lo que me ocurre. Que no me gusta vivir así, que no quiero aceptar el mundo tal como es.
Por ello exploto mi talento, el único consustancial que me ha sido concedido: inventar mi mundo, donde cabalgo entre aventuras y no entre rutinas, donde vivo amores que queman y son verdaderos, no imposibles y huecos, donde hay dragones de humo y las cosas con las que sueño no son quimeras imposibles.

domingo, 22 de diciembre de 2013

Roberto Bolaño (mon amour)

 
A la literatura nunca se llega por azar. Nunca, nunca. Que te quede bien claro. Es, digamos, el destino, ¿sí? Un destino oscuro, una serie de circunstancias que te hacen escoger. Y tú siempre has sabido que ése es tu camino
 

A veces me canso.

A veces me canso de ver el mundo a través de mis ojos marrones. Me gustaría verlo desde otros ojos, para sentir otras cosas y soñar con otros sueños distintos a los míos.
A veces me canso de estas manos que hace tiempo que están vacías. A veces quisiera cambiarlas para por fin encontrar otra cosa.
A veces me canso de de estos labios, que al hablar son relámpago y no un mar en calma, que no distinguen el azar y el tiempo, que se pierden en el intento con frecuencia.
A veces me canso de estos pies que recorren los mismos caminos, los mismos senderos, sin recordar la ruta, ni el sentir, ni el temor, ni el olvido.
A veces me canso de este pelo, reflejo del desapego, de una respuesta y un desacuerdo, de la ausencia de una tácita caricia.
A veces me canso de mi corazón, pequeño pero desbordante, deseoso pero tímido, expedito pero cerrado, fuerte pero cuarteado, activo pero pasivo, libre pero invadido, frágil pero sólido,  infatigable pero abatido.
A veces me canso de mi. No es fácil vivir con uno mismo, mirando el mismo espejo, encajado y atascado en la misma forma, en el mismo percibir, sintiendo los mismos silencios.
Entonces cuando estoy exhausta, harta de mi misma, contemplo mis manos, cierro mis ojos, muerdo mis labios, muevo mi pelo, escucho mis pasos, presiento mis latidos.
Y de repente entiendo. Mientras exista, podré encontrarme cada vez que me pierdo.

Desdibujándote.

Hoy se me ha ocurrido desdibujarte. No quiero que sea siempre lo mismo. Hoy se me ha ocurrido ser creativa, ser diferente, pensarte hasta que pierdas los contornos y los trazos que te definen en mi cabeza.
Voy a empezar por tu cara.
Te regalo unos ojos abiertos a la vida, te diseño tu mejor sonrisa, te construyo unos labios coherentes, muy tuyos. Te dejo la felicidad que sólo aporta la quietud, la emoción, la reflexión.
Te dejo la calma.
Te dejo estas letras.
Te envuelvo en optimismo.
Te imagino.
Te conservo.
Te mantengo ahí entre mis ideas, bien cerca de mi.
Mañana de nuevo me seguiré sintiendo diminuta, insignificante para todo lo que me rodea.
Pero seré feliz, muy feliz a mi manera, desdibujándote.
Así desdibujarte implique desgarrarme.

...

Y de pronto siento que mi voz se alza en medio de tanta indiferencia.

Amor.

El amor es algo complejo que debe surgir de algo sencillo y a la vez sublime. Lejos del cuerpo, cerca del ser.
Los deseos se entremezclan con hormonas y nacen del cuerpo.
En cambio el amor nace de la esencia, de la mente, de la conciencia profunda, del todo o nada. De darlo sin esperar nada.
Por eso en estos tiempos es común confundir deseo y amor.
Por eso a veces pienso que muy pocas personas conocen el amor genuino. Creo que han de ser las más internamente calmas, silenciosas, pacientes. Conocen el amor porque su alma se mezcla con el sentir del otro, con su yo.
Y no necesitan mostrarlo, porque en cada paso que dan, en cada gesto, en cada movimiento y pensamiento, van amando.

Hace tiempo.

Hace un tiempo que no escribía demasiado.
La razón es simple y monótona. Mis días se resumen a un laboratorio, trabajo por terminar, libros por leer, exámenes por estudiar, unos sentimientos por enterrar, unos días que últimamente no conocen de noches ni de diversión, y una reconfortante esperanza de un porvenir compasivo.
Busco entonces una forma de desahogarme, de sacarme todo de mi interior. Acudo a las palabras como forma de olvido, acudo a esta pantalla para no perderme entre tantos pensamientos.
Quien quiera que me lea que sepa que esto de escribir para mi es fácil y difícil.
Por un lado, expresar mis ideas me resulta sencillo y espontáneo, aunque compartirlas me cuesta, porque comparto con un mundo incierto y ajeno la parte más profunda, íntima e inaccesible de mi alma.
Pero escribir, pensar, crear, me cautiva en demasía. Lo haré más a menudo.
Cuando lo urgente deje tiempo para lo importante, volveré a mis letras.
Extrañaba mi rincón de arte, así como extraño mi entereza, mi fuerza, mi determinación, mi serenidad.
Así como también extraño enamorarme tanto como la primera vez, como cuando tenía menos años y no me pesaban las cicatrices.

Que qué somos?

Somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos.

Espejismos.

Estoy rodeada de gente (mi particular desierto personal).
De hecho me encuentro con mi gente, con los míos, la gente que más se asemeja a mi. Mi otra hermana, que apenas acabo de conocer hace meses me acaba de abrazar, y mi postura me permite observar por un hueco sin ser vista.
Y le veo a él.
Es guapo hasta decir basta. Me fijo en sus labios carnosos entreabiertos, en el perfil recto de su nariz, en sus ojos con sus largas pestañas, en su pelo castaño, brillante y espeso, en sus manos fuertes y seguras.
Y entonces sucede. Llego a un rebosante oasis en medio del desierto, porque le beso, me besa, le abrazo, me abraza, me da calor, refugio, vida.
Entonces parpadeo y todo se desvanece. Desvío la vista de la fila de delante.
Sólo imaginaba cosas. Sólo fantaseaba con ESE momento.

miércoles, 18 de diciembre de 2013

Todo está interconectado.

Todas las células del cuerpo se estremecen, el corazón palpita rápidamente, las hormonas y neurotransmisores se disparan, las glándulas sudoríparas transpiran.
La piel vibra, los nervios se excitan. Las piernas tiemblan. Los huesos crujen. Los músculos se mueven. La respiración se agita, el aliento se exhala.
El cuerpo se exalta llenándose de calor tibio. Y las sensaciones se activan.   Se estimulan con el contacto, con el roce.








Por qué unas descripciones calan más que otras?

Cayó en el suelo con prosaica irrevocabilidad, el cuerpo flojo y encogido, las blancas manos vacías, la cara inexpresiva y sin conciencia.

.

Irremediablemente, su boca volvió a caer en su piel.

Un verbo perdido.

SEDUCIR.
1 palabra, 3 sílabas, 7 letras.
Es algo que ya no se hace, algo que se extravió hace ya bastante tiempo en la inmensidad del cosmos, del tiempo, de las costumbres. Es una lástima. Seducir es un gran verbo, una gran acción que abarca una infinidad de actividades y conceptos. Seducir es en gran parte descubrir a los demás, descubrir lo que eres, lo que puedes ser, definirlo y controlarlo.
Yo quiero que me seduzcan. Es más, lo necesito. 
¿Por qué? Por todo lo que implica: por el juego, la caza, la conquista, la plenitud, la fascinación, la sensación de poder, dejar volar la imaginación, la ilusión, la emoción, el entusiasmo por lo nuevo, el placer, la risa, la piel de gallina, el deseo y la atracción penetrantes que brotan del estómago, las sonrisas fortuitas ineludibles a escaparse, la tentación casi insoportable, que arrastra, corrompe y embauca en el mejor de los sentidos, ese que hace a las personas estremecerse.
Por ello me urge la imperiosa e indispensable necesidad de ser seducida, de seducir, de realizar y experimentar todo aquello que conlleva este olvidado verbo.

Vivimos paralizados.

Tememos muchas cosas. El dolor, estar solos, no ser queridos con reciprocidad, el paso del tiempo, la muerte, la tristeza, lo que se sale de lo corriente, lo que no podemos evitar.
Muchas de las cosas a las que más vueltas damos no merece la pena pensarlas o sentirlas. Sólo conllevan un inmenso sufrimiento, un malestar que nace de la entraña, que punza y atraviesa nuestro cuerpo, que paraliza.
Y así, de esa forma, entre raquíticos instantes que solemos tachar de "felicidad", y una vastedad de desazón y zozobra, vivimos estancados esperando Algo que no sabemos qué es exactamente, y que ansiamos encontrar.
El peor riesgo es achacar nuestros males a la falta de ese Algo, e identificarlo como una carencia o un déficit de ese palabro, esa invención de los mortales llamado amor, porque todo el mundo quiere un amor inolvidable, que le consuma y que, al fin y al cabo, también le paraliza en cierto sentido.
Ya sea por amor, o por vivir sin él, vivimos paralizados.
Afortunadamente, siempre nos quedará el estoicismo.

jueves, 5 de diciembre de 2013

Can you feel the voltage?

This is not a place for playing solitare.
Individuos, vagando solos por el mundo. Es triste ver lo poco que se puede hacer para satisfacer realmente a cualquiera, incluso a ti mismo.
Siempre queremos más, siempre aspiramos a perfeccionarlo todo, aunque nos contentemos y nos parezcan suficientes nuestros bienes, nuestras situaciones y emociones. Quizá la culminación de todo lo que sucede a nuestro alrededor, y en nuestro fuero interno vaya soldado a nuestra psique.
Y por eso, a pesar de que nunca lleguemos a alcanzar esa catapulta anímica, transigimos y nos amoldamos a lo poco que a nuestro parecer, podemos hacer.
Me refiero a esas pequeñas cosas que, a ojos de los demás y en un momento fugaz, no apreciamos, pero que complacen y pueden llegar a deleitar a otros. Ofrecer algo a alguien, que no es lo que le urge en ese instante, pero que alegra.
Y es eso, lo inesperado, lo que suscita impresión, provocando ésta a su vez un regocijo inconcebible.
Es lo que pone los pelos de punta, esa corriente eléctrica que nos invade.






miércoles, 4 de diciembre de 2013

Me fascina la mente.

La personalidad como enfermedad. Algo que se padece, que se ha desarrollado, que tu entorno te ha transmitido.
Sería una paradoja hasta rozar las lindes del paroxismo.
Pero lanzo una pregunta retórica al mundo, para tener presente siempre esta duda : Soy como soy por cómo me crié (con carencias incluidas), o en reacción a ello? O es batiburrillo de parámetros en teoría inmiscibles?