domingo, 25 de septiembre de 2016

Nadie debería morir sin hacer eso.

Nadie debería morir sin reír. Pero me refiero a reír de verdad, de esas risas que no puedes contener, de las que luego te duele la tripa y te sujetas las costillas para evitar perder la integridad. De esas risas a carcajadas en las que te ríes tanto que al cabo de un rato ya no sabes de que cojones te reías en un primer lugar.
Nadie debería morirse sin sentir un copo de nieve rozando su nariz.
Nadie debería morirse sin oler el olor a invierno, a castañas calentitas recién hechas. Ese olor es mágico. Es hogar. Es infancia.                           Es otoño también. Nadie debería morirse sin haber olido eso.
Nadie debería morirse sin sentir cómo se te descongela la nariz al entrar en casa cuando hace frío.
Nadie debería morirse sin haber experimentado como se siente cuando quieres a alguien y ese alguien te quiere a ti de la misma manera desmedida, infinita e inagotable.
Nadie debería morirse sin experimentar lo bien que te puedes llegar a sentir cuando alcanzas aquello que te habías planteado alcanzar,aquello que habías perseguido, anhelado, deseado con cada célula de tu organismo.
Nadie debería morirse sin haber vivido lo que es la verdadera y auténtica amistad, aquella que permanece exactamente como la recordabas y la esperabas tras años y años. Ese tipo de gente por la que darías un brazo o un pulmón o lo que haga falta sin pensártelo dos veces.
Nadie debería morirse sin sentirse fuera de lugar. ¿Por qué? Creo que es porque eso es parte de existir, y en una lista de mierdas de este tipo, tiene que estar, Porque te hace replantearte qué coño haces en este mundo de locos. Y porque quizá es una sensación que descoloca tanto que te hace sentir dónde está tu auténtico sitio. Sea o no sea físico.
Por tanto, y al contrario, nadie debería morirse sin saber que aunque sea por una millonésima de segundo, se ha encontrado en el lugar y momento apropiados, y que eso ha determinado su existencia.
Nadie debería morirse sin saber lo que es besar a tu persona. Sí, aquella persona que para ti tiene los labios perfectos, no por su forma, ni suavidad, ni siquiera por todas las características o estereotipos del mundo.                  No. No es por eso, sino porque esos labios de tu persona se acoplan, se amoldan y están hechos por y para ti. Ni determinismo, ni destino, ni gilipolleces. Eso se nota y punto.
Nadie debería morirse sin saber lo que es ser deseado, en cualquiera de las acepciones y connotaciones de dicho verbo. Cualquiera vale y si es en todos los sentidos, pues mejor.
Nadie debería morirse sin estar en dos sitios a la vez. Sí, vale. Quizá suena un poco a Bucket List, o a la peli Algo para recordar. Pero, fuera coñas, fuera memeces y tendecias y tumblr, cada persona de este mundo define esos dos sitios como sea. Aunque residan en la más pura imaginación.
Nadie debería morirse sin saber lo que es ser. Muy filosófico, ¿verdad? Pues no es ninguna tontería. En serio, piensa en ello aunque sea un puto momento. ¿Alguna vez te has parado a pensar en la puta maravilla que es el sentirse a uno mismo, el percibirse, el ver a través de tus ojos y comprender que no te ves pero ves el resto de cosas y seres?                Ese momento en el que te miras al espejo y piensas: mi físico o mis problemas o todo lo que soy no importan una maldita vaina.  Soy insignificante. Lo que es relevante es que mientras me miro en un puto espejo soy capaz de reconocerme como una vocecilla enclaustrada en una persona que identifico como yo mientras pienso todo esto.
Nadie debería morirse sin sentir un orgasmo que te haga pensar que no existes más, que el mundo se para, Y mientras sigues aquí. Sintiendo.
Nadie debería morise sin haber perdido la fé. En lo que sea que la tengas. Siempre se tiene fé en algo, en lo que sea. Particularmente, yo no creo en ningún Dios de ninguna clase y como creo en cierta medida en el relativismo, ni siquiera creo realmente en el conocimiento como tal. Pero he creído y creo en mi misma. Y no en plan rollo motivacional, sino como la única voz interna mediante la que pienso, conozco y siento. Y aún así, muy de vez en cuando, hay que perder la fé en uno mismo, o en lo que sea. Porque nada en esta vida es incondicional. Y es humano, Y somos humanos. Entendemos lo que estoy escribiendo, Y aunque parezca un puto milagro. Milagro, odio esa palabra, pero es lo que más se aproxima. Es decir, aunque parezca un puto milagro que yo escriba esto y otro humano entienda en mayor o menor medida lo que quiero decir o lo que intento transmitir a cerca de lo que pienso, es normal perder cualquier tipo de fé. Sea la que sea. ¿Eso por qué? Muy sencillo: porque luego se recupera esa fé. Y esa es otra de las cosas sin las que nadie debería morirse.
Muchas cosas a tener en cuenta, ¿eh?
Da igual. Cada uno tiene las suyas, pero yo continuo con esta interminable lista que iré ampliando a lo largo de mi vida. Aún así habrá cosas que me quedarán sin hacer. Eso no es motivo para achantarse. Todo lo contrario,  Desde mi forma de ver las cosas, me parece perfecto que la lista no sea finita. Francamente, me preocuparía si fuese al revés. Eso nos quitaría la complejidad, la diversión, y lo más importante: la esencia.                          Ese jugo que es la vida que cada uno exprime a su manera.
Nadie debería morirse sin haber descubierto una canción y sin hacerla suya. O de otros, pero sobre todo suya. Tampoco nadie debería morirse sin haber desenterrado de la nada, quitándole el polvo y la mugre de ese rincón de tu cabeza a una canción que escuchaste hasta la saciedad y de la que te olvidaste, volviéndote a enamorarte de cada segundo de la misma de nuevo.
Nadie debería morirse sin saber lo que es estar escuchando en directo a uno de sus grupos favoritos tocando ESA canción, y tú mientras dándolo todo y dando nada al mismo tiempo, paralizado y sobrecogido en movimiento, intentando grabar cada instante en el disco duro, sabiendo perfectamente que es uno de los mejores momentos de tu vida, y pese a ser consciente de eso, dejarte llevar porque estás disfrutando demasiado, a sabiendas de que dentro de veinte años, o de cincuenta, será meramente una anécdota, una quimera, un detalle perdido, una pincelada sutil entre tus recuerdos.
Nadie debería morirse sin sentir pánico. Te hace sentir vivo y enterarte de que va la vaina, y apreciar.
Nadie debería morirse sin escuchar atentamente una buena canción de piano. Tan solo eso y nada más. E imaginarte mientras tanto unas manos rozando y presionando cada tecla mientras tus propias manos, sepan o no cómo tocar siquiera, imitan ese movimiento.
Nadie debería vivir sin vivir ese momento. Sí, sabes a que me refiero. Ese momento en el que te das cuenta de que a esa persona por la que suspirabas y con la que fantaseabas y te imaginabas estando y besando y un largo futuro etcétera, también le gustas. Ese momento es la vida en sí misma.
Nadie debería morir sin  haber sonreído. Pero me refiero de verdad, no porque sí, sino sintiéndote la puta persona más feliz del universo. Ese momento incomparable y totalmente indescriptible en el que, sea lo que sea el hecho, acción, momento o conjunto de momentos que lo hayan causado, la sonrisa es insoslayable, no se puede reprimir y se escapa arrasándolo todo como quien abre la compuerta de una presa. Nada para el poder del agua. Pues con esto lo mismo.
Nadie debería morirse sin saber lo que se siente cuando lees y te sumerges en el libro y eres un personaje más que, omnisciente, se mete en la historia hasta las orejas, y cuando alguien muere una parte de ti muere, y cuando alguien se hace amigo de alguien en la historia, también lo es de ti. Y cuando alguien en la historia ama u odia, a ti te pasa lo mismo. Es una sensación transferible e intransferible al mismo tiempo. Te sientes uno más. Mejor dicho, qué coño! eres uno más.                                                             Creo que nadie debería morirse sin percibir eso alguna vez.
Además, nadie debería morirse sin haber dormido plenamente. ¿A que me refiero? Para mi dormir es uno de los placeres más gordos que puede haber. Disfruto desmedidamente de ello. Si algún día me muero, espero que ocurra mientras duermo. No se me puede ocurrir nada mejor. Ni morfeo, ni Sandman, ni pollas. Pese que a la idea me gusta y me parece cojonudamente original, me seduce más eso de sentir que me duermo y que eso sea lo último que sienta. Es un sentimiento neutro,confortable y muy agradable. Para mi, está muy bien. Es lo justo.
Nadie debería morirse sin haber bailado porque se lo pedía el cuerpo. Eso que es incontrolable y que se mueve por sí mismo. Tu mente no puede reprimir tu propio cuerpo y tu sistema nervioso cobra más vida y funciones que nunca, actúa por ti, y se mueve con el ritmo de ESA canción.
Hablando de música, nadie debería morirse sin saber lo que se siente cuando follas (sea a posta o no) con esa canción que no se te va de la cabeza.
Y hablando ya de paso de follar y de ruido, nadie debería morirse sin sentir cierto "pudor" porque está sintiendo tanto placer haciendo el amor, que sabe perfectamente que su voz está atravesando las paredes y los vecinos lo oyen.
Nadie debería morirse sin haber cambiado mil veces de meta u objetivos en la vida. Esa es una de las millones de cosas que nos hace quienes somos y sin las cuales no seríamos capaces de existir.  Bueno, quizá si, seguiríamos con vida pero no existiríamos, no seríamos, no sentiríamos, no seríamos finitos ni tendríamos nada por dentro. Como la gente tras el beso del Dementor.
Nadie debería morirse sin saber lo que es recibir y percibir el cariño, lealtad, calor y confianza de una mascota. Aunque sea una puta tarántula de la Amazonia. No voy a caer en esa frase hecha multicultural de todos estamos conectados, más que nada porque no hace falta decirlo. La física, la química, la biología, la lógica ya lo han probado de sobra. No hay que ser capullo como para repetirlo. Es ya lo suficientemente intuitivo.
Volviendo a la música, y a riesgo de resultar algo cansina con el tema, nadie debería morirse sin escuchar ESA canción e imitar que  toca la batería o la guitarra o ese jodido instrumento que no tiene ni zorra idea de como tocar pero que inventas igual. Porque la música es el lenguaje del alma y todo lo que queráis. Eso en realidad puede ser cierto, pero de tanto repetirlo suena a mierda barata. Lo que pasa es que la música es el lenguaje del yo. Es lo más primario para decir sin letra y sin lenguaje lo que sientes sobre algo. Trasciende y carece de fronteras, ni siquiera psíquicas. La música la entienden los sordos. No es broma. La sienten. Sienten la vibración reverberar sus cuerpos y sus mentes son capaces de extraer información y percibir y generar una respuesta a estas.
Nadie debería morirse sin pensar sin más: Me siento bien.
Ese fragmento de idea que te recorre la médula espinal, llega al bulbo, luego al córtex y quizá al sistema límbico y se pierde por ahí y te permite pensar: hay otra persona en el mundo que justo en este momento estará pensado lo mismo que yo. Ese pensamiento puro, más potente que muchas de las cosas que mueven el mundo, y cuya grandeza e inmensidad te inundan, te marean y te aturden.
Nadie debería morirse sin compartir con su herman@ la complicidad que se alcanza con quien más se parece a ti en cuanto a historia y forma de percibir el mundo.
Nadie debería morirse sin haber estado soñando mientras dormía con lo mejor que podía imaginarse y desear que pase y despertar dándote cuenta de que no es real, de que se desvanece y que la pesadilla es que en la vida no ocurre, y volviendo luego a intentar dormirte para "revivirlo" a tu manera intentando soñar con lo mismo otra vez.
Nadie debería morirse sin ser plenamente consciente de que, de una forma u otra, en su micromundo, ha logrado abrirse paso. Porque aunque es difícil conseguirlo, cuando se obtiene, es cuando te das cuenta de que ese mundo se expande, que lo has puesto del revés.
Nadie debería morirse sin preguntarse como sería si, efectivamente, estuviese en el pellejo de otra persona. Sea quien sea.
Nadie debería morirse sin saber lo que es dibujar fatal, hacer un dibujo que ni tu entiendas lo que quiere decir o transmitir, y que el amor de tu vida lo mire y que al primer vistazo te diga que coño significa sin que ni tú mismo lo supieses. Perdón, esta en concreto iba para mi persona. JA.
Nadie debería morirse sin querer volver a ser un niño otra vez.
Nadie debería morirse sin preguntarse que hubiese hecho su yo pasado ahora mismo. O sin preguntarse si su yo de dentro de diez años se va arrepentir de haber tomado una decisión u otra.
Nadie debería morirse sin saber que ha vivido. De verdad. Aún a riesgo de gastar todos los "cerillos" de golpe, como contaban en Como Agua Para Chocolate. ¿Que gracia tendría vivir pendiente de consumirlos poco a poco? Ya respondo yo por todo el mundo: NINGUNA.
Nadie debería morirse sin envejecer junto a la persona a la que quieres. O eso creo. Ya lo verificaré cuando pase. Pero si algo tengo claro es que yo quiero estar en pantuflas y bata de guata barata y oler a viejo y a crema de hemorroides junto a quien quiero. Si no, ¿cuál es el sentido de saber que te quedan tres telediarios, que te vas a morir en algún momento no tan lejano a lo que piensas si la persona con la que quieres agotar hasta la última de tus inspiraciones no está contigo? Y esto es extensible a cualquier etapa de la vida también. Que le voy a hacer, yo soy así.
Nadie debería morirse sin saber lo que es que alguien a quien quieres con todo tu ser esté a punto de morir y rezar incluso al ente en el que no crees para que no ocurra. Y el agradecimiento que sientes cuando no pasa, y vive y tú vives un poco más, sabiendo que en algún momento del futuro pasará y te NIEGAS a aceptarlo.
Nadie debería morirse sin haber desarrollado compasión. Queda dicho.
Nadie debería morirse sin que se le haya enquistado una persona en la vida. De una forma u otra, hay que vivirlo. Es ese tipo de gente que te hace sentir como que te atrangantas. Un nudo en la garganta. No enfado, ni ira, ni amor, ni compasión, ni tristeza, ni odio, ni vacío. NO. Un puto quiste. Sigan o no con vida. Creédme, eso pasa.
Nadie debería morirse sin saber que se siente al borde del abismo, tentado y abominablente inclinado a ese lado de ti mismo que odias y que al mismo tiempo te atrae demasiado. Esa pequeña parte de ti que es tan autodestructiva que te permitiría caer en picado. Hacia donde? Quizá esa sea una buena pregunta. Y tal vez la mejor respuesta disponible sea: hacia la nada. Una nada sorda, envolvente e inexorable.
Nadie debería morir sin dejarse llevar.
Tampoco nadie debería morir sin que su propio instinto le domine.
Nadie debería morirse sin pensar en lo que podría haber sido.
Nadie debería morirse sin hacer algo que sabes que no deberías hacer. Ah, el placer de lo prohibido.
Nadie debería morirse sin lamer la cuchara de madera de cocinar con lo que sea que se esté cocinando en el momento. Sinceramente, ¿ es que hay algo mejor que ir comiendo mientras algo se cocina?
Nadie debería morirse sin ser fotografiado en una foto ajena de gente que jamás llegarás a conocer y ser almacenado durante años e incluso generaciones en álbumes de fotos o CDs o USBs o  entre los libros o como un puto marcapáginas en la vida de esas personas. Piensa por un momento en la relevancia de esto. Es algo que normalmente no te paras a pensar, pero que cuando te das cuenta de ello impacta a toda velocidad, se cuela entre sinapsis y te llega a lo más hondo. Por si todavía no te has percatado de ello, pongo un ejemplo. Piensa por un momento en una familia pequeña americana normal y corriente. Te haces una idea no? Madre, padre e hijo. Viven en Dallas. Plausible, verdad? Hacen las típicas americanadas que suelen salir en televisión como ir a ver desfiles y otras fiestas varias y amar a su país con un sentido del patriotismo que se pasa de generación en generación, que es casi tan palpable como el pavimento o una farola. Ese tipo de cosas que se pueden describir pero que al ser español no se pueden llegar a entender. Te haces a la idea, pero no lo sientes del todo.
Bueno, pues esa familia va el 22 de Noviembre de 1963 a saludar a su presidente. Esperan algunos minutos y cuando pasa el coche del presidente Kennedy, se escuchan disparos. Esa gente queda inmortalizada por las cámaras y fotografías para el resto de la historia.
Se va pillando la idea, no?
Nadie debería morirse sin sentir un subidón. Y no del tipo que proporcionan las drogas. Qué va.
Me refiero a esos momentos que seguro que a lo largo de tu vida puedes contar con los dedos de una mano (como los buenos y auténticos amigos, los de verdad). Esos momentos en los que, literalmente, te da un vuelco al corazón, en los que tienes adrenalina para parar un tren, en los que esa sensación te sacude y te invade y te paraliza mientras te mueves. ESA sensación. No otra, ESA. Si por corta o patética que haya sido tu vida la has sentido aunque sea solo por un segundo, sabes de lo que hablo. Si no, espero que lo hagas, porque no habrás vivido por completo hasta entonces.

Si has conseguido leer sin cansarte hasta aquí y todavía pensar que todo esto no es una sarta de chorradas, eso es porque sabes que la realidad es que una "Bucket List"de cosas que hacer antes de morir, o cosas que tienes que hacer a lo largo de la vida, no consiste en hacer las típicas cosas de ver la muralla china, viajar al Gran Cañón, nadar con delfines, ni tener un hijo, plantar un árbol o escribir un libro, ni tan siquiera dejar tu marca en este mundo. Aquellos que se empeñan en ello como un fútil objetivo me dan pena en la connotación más cariñosa de la palabra porque, a mi forma de comprender las cosas, el mundo, a mi misma y lo que me rodea, no viven de verdad. Porque el mundo tiene cosas inagotables que ver y que experimentar. Se necesitarían mil vidas para hacer y ver y estar en todos los sitios, y ni siquiera sería suficiente.

Esta lista por tanto consiste en un conjunto de experiencias que pueden describirse hasta la saciedad pero que cada persona vive a su manera, que no se encuentran en ningún otro lugar más allá del interior de uno mismo y tus circunstancias y que siempre serán variables e inefables por mucho que se lleguen a poder explicar. Eso es la mente. Es lo que hay.

Son ese tipo de cosas que se hacen y se sienten pero nunca se pueden decir del todo por mucho que se intente.                                                         Es lo que le da sabor, color y textura a la vida.                                           Sin adulterar, sin azúcares añadidos.                                                           Tan solo esas pequeñas cosas que por lo general se suelen ignorar y crees que no tienen más importancia que la que le das, pero que por sí mismas mueven y dan vida a todas las cosas.                                                             Esas cosas que son la vida en sí misma.