Hueles el olor a nieve por primera vez desde hace mucho tiempo. Tanto que no puedes acordarte.
Y después de unos minutos caminando con la esperanza vana de que ocurra, sientes el primer copo de nieve del invierno en tu nariz.
Y tal vez no nieve copiosamente.
Y quizá sea una mierda en cuanto a cantidad.
Hace un frío de pelotas y solo unos cuantos copos se agolpan bajo tus pies.
Pensabas que las predicciones se cumplirían por una vez y tu ciudad parecería el jodido polo norte.
La poca nieve se funde con la suciedad de la calle y desaparece.
Pero nieva.
Y nada más importa.