sábado, 17 de mayo de 2014

Inspirado en The Sandman (por eso ese cómic me hace darle vueltas a todo).

¿Y si todo lo que te rodea no es en realidad lo que parece?
¿Y si todo el mundo que crees conocer no es más que un complicado sueño?
Un sueño en el que, al contemplar tu reflejo, es tal y como quieres que sea.
¿Y si pudieses mirar a través de las grietas, de los abismos?
Quizá te encontrarías a ti mismo, o te encontrarías asustado de mirar.
¿Y si todo el mundo es, dentro de tu cabeza, simplemente tu propia creación?
Todo lo vivo y lo muerto.
¿Y si en realidad estás completamente sólo?
Podrías estar viviendo en esa ilusión, podrías elegir seguir creyendo que no hay otra realidad.
Mientras, sigues mirando. Es como no poder ver el bosque cuando estás escondido entre sus árboles.

viernes, 16 de mayo de 2014

Plus de tristesse, prends ta maitresse.


Me gusta el estilo de Hopkinson Smith. Me gusta el laúd. Me gusta la música renacentista, aparentemente sencilla, que se va desgranando alrededor de una melodía dibujada por pequeños puntos que, de pronto, varían su intensidad y producen un golpe de emoción, siempre contenida con elegancia.
Me gusta hasta el título, que es más o menos: frente a tristeza, sabiduría.

jueves, 15 de mayo de 2014

RILKE.

"Nun aber sind sie ausgelöst aus den langen Strähnen ihres Schauens, flach hingelegt, ohne dass es deshalb möglich wäre, in sie einzudringen. Die Pupille wie mit schwarzem Stoff bezogen, der Umkreis um sie aufgelegt, wie dünnnstes Blattgold. Mit einem Schrecken, ähnlich dem, den man beim Beissen auf etwas Hartes erfährt, entdeckt man die Undurchdringlichkeit dieser Augen-, und plötzlich meint man, von lauter Stein und Metall zu stehen, wie man über (den) Tisch hinsieht.

   Alles Gebogeneist hart anzusehen, und der Haufen stahlglänzender, pfriemenförmiger Fische liegt kalt und schwer wie ein Haufen Werkzeuge da, mit denen andere, die das Aussehn von Steinen haben, geschliffen worden sind."

Cosas.

Hay veces que no puedo dormirme. O caigo como un cesto quedándome sopa al instante, o soy presa del insomnio más maligno.
Pero para poder dormir he encontrado algo. Algo que no sabía que conseguiría que durmiese tan profundamente. A cada uno le relaja la mente una cosa. Como al protagonista del club de la lucha con aquello de asistir a grupos de apoyo de diversas enfermedades para encontrar quizá, en el dolor y la desgracia ajena, una reconfortante sensación de libertad y saberse en mejor situación.
Pues bien, cuando tengo una noche particularmente insomne, hago que me vengan cosas a la cabeza.
Un deslizar entre piedras planas, lisas y negras, completamente cubiertas de algas, arena o musgo en el fondo de un lago o de un río en calma, frotándose absurdamente en un misterioso vaivén, movidas sutilmente por el agua.
Me vienen a la mente cerillas, varillas de fósforo partiéndose con un súbito chasquido, dejando escapar astillas y luz pálida y chispas de color rojo y naranja y amarillo con vetas azules.
O un niño que se esconde en un armario de ropa enorme donde vuela fantasmagórico el perfume de su madre.
O un cachorro recién nacido de perro o de gato, una cosa tan vivificante que se acopla a tu mano, buscando tu calor.
O cortinas espesas de terciopelo púrpura por entre los que se desliza como si flotase una figura borrosa, indefinida, etérea, fluorescente, que los roza al pasar emitiendo un susurro de aire.
O una caricia repetida, suave, que casi hace cosquillas. Sus labios en los míos. Sus ojos marrones con sus pestañas largas, rozándome las mejillas. Sus manos recorriendo mi piel. Placer. Un ritmo tibio.
Cosas así.

martes, 6 de mayo de 2014

El lado bueno.

Hace unos días asistí a un seminario de una clase de argumentación que se convirtió en poco menos que un debate acalorado.
Mientras que se desarrollaba y a veces me dejaban intervenir, me sentía cada vez más frustrada. Sí: me dejaban. Al parecer mis compañeros tienen una especie de acuerdo tácito para no dejarme expresar mis ideas. Se respetan entre ellos por ser mayores (el más joven inmediato a mi tiene 37 años), pero yo debo guardar un respeto hacia ellos que no es recíproco.
La mayoría ni siquiera tenía muy claro el objetivo del seminario: argumentar.
Y mientras parecía hallarme en un plató de telecinco por las constantes interrupciones a menudo bravuconas de los supuestamente "adultos" en el turno de palabra de los demás, la esperanza en este tipo de mesas redondas se me venía un poco abajo. 
Todas sus ideas me parecen similares en el sentido del extremismo que expresan. No cejan en su empeño de colar falacia tras falacia en su retórica (que, por cierto, es cojonuda).  Y yo por contraposición me siento encerrada en el cuerpo de un Sócrates dialéctico y contemporáneo y dígase de paso, excepcionalmente quisquilloso.
Por otro lado, practicarse en el ejercicio de hacer razonar mediante la dialéctica a unas personas que me duplican e incluso triplican la edad me hace hallar un regocijo curioso cuando lo consigo. Les saco de su retórica y les dejo quizá algo semidesnudos ante los demás en cuanto a argumentos se refiere. 
Me pregunto cómo sería de distinto si en este tipo de seminarios se pensase argumentando de verdad. Me pregunto si los demás habrán pensado lo mismo en algún momento. Quizá debería irme a estudiar al extranjero para comprobar si realmente es igual en todas partes, si al final la línea que separa retórica persuasiva de argumentación, de dialéctica esencial es tan fina como he comprobado mediante la experiencia.
Me dan ganas de meterme ahora en una disertación sobre el subjetivismo, pero no quiero llegar ahí, al menos de momento, pues me llevaría mucho tiempo del que por ahora no dispongo.
Para acabar, diré que he observado algo positivo en este tipo de seminarios. Argumentando, uno puede poner a caer de un burro a Hegel y comparar a Marx y a Engels con unos verduleros. Da igual. Mientras tus argumentos sean impecables, lógicos, investigados y estén libres de falacias, son válidos 
(lo que no quiere decir que sean ínfimamente discutibles, ¿no?).