sábado, 29 de noviembre de 2014

Cuéntame una que no me sepa.

Una que suene de muerte.
Una de las que cuenta la gente sin saber si de verdad pasó.
De esas que todos critican pero que nadie entiende.
Cuéntame una de esas que se viven al compás de la envidia de los demás.
De las que nunca dicen que no a una botella de vino y siempre esperan al segundo antes de que sea demasiado tarde.
Cuéntamelo. Cuéntame algo que nadie haya tocado, tócame algo que nadie haya escuchado jamás.
Desafíname las cuerdas y  marca tu ritmo. Coge carrerilla y dímelo.
Dime lo que todos piensan y nadie se atreve a decir. Dilo.
Coge dos copas rotas y no tengas ningún cuidado.
Córtame la boca con eso que llaman ganas de todo y no te dejes nada.
Repite, si puedes.
Quédate encerrado en el ascensor que viaja entre la realidad y tu mundo paralelo. Sube, baja, y vuelve a subir.
Repite si te atreves. Atrévete.
Hunde los pies en la arena.
Deja que suba la marea, finge que no sabes nadar.
Recuérdame que hay una parte de mi que sabe respirar debajo del agua. Ahógame las excusas.
Dame una vuelta. Dame dos. Dame cien. Sin rodeos. No hagas pie.
Aguántame. La tormenta, la mirada, el vendaval.
Aguanta. Las ganas, la paciencia, el tirón. Tírate.
Cuéntame una que no me sepa.
Cuéntame otra. De esas que no nos dejaban oír cuando éramos pequeños.
Una de las que tienen sabor a lo que nunca podrás explicar y que explican por qué a veces es mejor no saber.

Cuéntame algo. Lo que sea.
Bájame los plomos. Llévame a bailar sin saber cómo moverte. Báilame.
Mueve la atención mientras nos disfrazamos de indiferencia. Sé diferente.
Ponme lo de siempre, que sepa como nunca. Ponme, a secas.
No vengas para quedarte. No te acabes de marchar.
Prométeme que no volverás y ven otra vez.
Ven, una y mil veces, y no te acostumbres a ninguna. Llega tarde, pero llega. Vuelve a volver.
Dame una cuerda y no la sueltes. Suéltame la mano y déjame colgar. Cuélgate.
Tira y no aflojes.
Salta. Salta y deja que vaya detrás. Detrás de sueños que no existen.
Duéleme. Duéleme en todas y cada una de las células de mi otro yo.
Del yo que soy cuando llueve y se mojan las calles y canta cualquier canción en un bar de mala muerte de las calles de mi cabeza.
De esas canciones que olvidas y un día desentierras de algún sitio desconocido.
Cántame. No preguntes. Toca.
Córtame los frenos y acelera. Crúzame en rojo y sin mirar.
Cuéntame otra. Una de las que nunca hayas contado el final.
Una que no sepas cómo acaba.
Ven. No avises. Aparece sin llamar.
Cámbiame los planes y convence a las horas para que pasen volando. Vuela. Vuela por encima de mis posibilidades y de las tuyas. Vuela lo más alto que puedas y tírate en picado a por lo que queda. Vuélame.
Arranca. Arráncame las páginas y léeme la última frase del libro que nadie escribirá sobre mi.
Mírame. Mira mientras ato los cabos que se sueltan cuando se desabrocha la vergüenza y de pronto todo es lo que parece.
Aprieta el gatillo, dispara las palabras que nunca oirás decir. Apriétame.
Di que esta noche se acaba el mundo. Y créelo.
No me hables de mañana.
Háblame de ti.
Cuéntame una que no me sepa.
Cuéntame otra.
Cuéntame.