A veces me canso de ver el mundo a través de mis ojos marrones. Me gustaría verlo desde otros ojos, para sentir otras cosas y soñar con otros sueños distintos a los míos.
A veces me canso de estas manos que hace tiempo que están vacías. A veces quisiera cambiarlas para por fin encontrar otra cosa.
A veces me canso de de estos labios, que al hablar son relámpago y no un mar en calma, que no distinguen el azar y el tiempo, que se pierden en el intento con frecuencia.
A veces me canso de estos pies que recorren los mismos caminos, los mismos senderos, sin recordar la ruta, ni el sentir, ni el temor, ni el olvido.
A veces me canso de este pelo, reflejo del desapego, de una respuesta y un desacuerdo, de la ausencia de una tácita caricia.
A veces me canso de mi corazón, pequeño pero desbordante, deseoso pero tímido, expedito pero cerrado, fuerte pero cuarteado, activo pero pasivo, libre pero invadido, frágil pero sólido, infatigable pero abatido.
A veces me canso de mi. No es fácil vivir con uno mismo, mirando el mismo espejo, encajado y atascado en la misma forma, en el mismo percibir, sintiendo los mismos silencios.
Entonces cuando estoy exhausta, harta de mi misma, contemplo mis manos, cierro mis ojos, muerdo mis labios, muevo mi pelo, escucho mis pasos, presiento mis latidos.
Y de repente entiendo. Mientras exista, podré encontrarme cada vez que me pierdo.
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