Individuos, vagando solos por el mundo. Es triste ver lo poco que se puede hacer para satisfacer realmente a cualquiera, incluso a ti mismo.
Siempre queremos más, siempre aspiramos a perfeccionarlo todo, aunque nos contentemos y nos parezcan suficientes nuestros bienes, nuestras situaciones y emociones. Quizá la culminación de todo lo que sucede a nuestro alrededor, y en nuestro fuero interno vaya soldado a nuestra psique.
Y por eso, a pesar de que nunca lleguemos a alcanzar esa catapulta anímica, transigimos y nos amoldamos a lo poco que a nuestro parecer, podemos hacer.
Me refiero a esas pequeñas cosas que, a ojos de los demás y en un momento fugaz, no apreciamos, pero que complacen y pueden llegar a deleitar a otros. Ofrecer algo a alguien, que no es lo que le urge en ese instante, pero que alegra.
Y es eso, lo inesperado, lo que suscita impresión, provocando ésta a su vez un regocijo inconcebible.
Es lo que pone los pelos de punta, esa corriente eléctrica que nos invade.
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