miércoles, 5 de marzo de 2014

¿Qué es el hombre?

A veces las grandes joyas de los grandes escritores no se hallan entre sus obras, sino que es más común hallarlas en las esquirlas de su literatura, en los huecos banales de sus correos, en alguna frase suelta recogida de casualidad por algún medio.
Baudelaire le escribió a su notario un despacho que es todo un juicio final sobre su época. Y como últimamente me siento tan a sabor con el simbolismo y la analogía, procedo a reproducir aquellas palabras:
"Con la excepción de Balzac, Merimée, Chateaubriand, Stendhal, Flaubert, De Vigny, Banbille, Gautier y Leconte de Lisle, toda la chusma moderna me horroriza. Vuestros académicos, horror. Vuestros liberales, horror. 
La virtud, horror. El vicio, horror. El estilo fluido, horror. El progreso, horror. 
No me habléis nunca más de los pregoneros de la nada".
Ahora no es el momento de hablar de su estética, ni de sus flores del mal, ni del principio de una nueva época que supuso su intervención social, ni de sus intenciones edípicas con su madre (a la que trataba como una amante, viéndose con ella a escondidas en el Louvre).
Hoy Baudelaire es para mi un arranque, una forma de expresar mis divagaciones disgregadas.
Todo el mundo espera en todas partes a que algo suceda, pero las preguntas esenciales dejaron de formularse con la huida del existencialismo.
Desde que dejamos de preguntarnos qué es el hombre, por su sentido auténtico. Ahí Kant llegó más lejos que nadie auto formulándose preguntas decisivas que debe hacerse todo hombre: ¿Qué puedo saber?, ¿qué debo hacer?, ¿qué me cabe esperar? y ¿qué es el hombre? Y eso que la última pregunta, precisamente la más importante quedará siempre irresoluta.

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