martes, 4 de marzo de 2014

El malvado.

Cuenta Deleuze que un día Sócrates se las tuvo que ver con un malvado.
Como todo el mundo sabe, es muy difícil dialogar con los malvados, pero Sócrates era un tipo especial.
Cuando el malvado estuvo ya ante él, le preguntó:
-¿Tú quieres asesinar, no?
-Sí, si-contestó el sujeto-yo quiero asesinar, quiero matar a todo el mundo.
-Pero, ¿por qué quieres matar a todo el mundo?-preguntó Sócrates.
-Porque me da placer. Así te lo digo, Sócrates, me da placer.
-Pero dime, ¿el placer es un bien o es un mal?
-Evidentemente, es un bien-responde el individuo-eso hace bien.
Y Sócrates dijo:
-¡Pero eso es una contradicción! Porque lo que tú quieres no es matar a todo el mundo, matar a todo el mundo es un medio. Lo que tú quieres es tu placer, y tú mismo me has dicho que el placer es un bien.
Resulta que tu placer es matar a todo el mundo, pero lo que quieres es obtener tu placer y si el placer es un bien, entonces tú quieres el bien. Simplemente te equivocas sobre la naturaleza del bien.
Entonces el malvado dijo:
-No, no se puede hablar contigo, Sócrates.
Y Sócrates insistió:
-Es preciso que busques tu bien. Y evidentemente tu bien es asesinar, pero siempre es un bien, tu bien; entonces, no puedes buscar el mal.

Al final, el malvado se vuelve loco y Sócrates espera simplemente a que el asesino se destruya a sí mismo.
En definitiva: el hombre malvado es aquel que juzga mal, y el filósofo es quizás idiota, pero es bueno porque pretende juzgar bien.

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