Tenía una elegancia, una chispa...
Tenía los labios rojos. No era el rojo chillón, artificial, que tantas mujeres creen que las hace parecer deseables. Sus labios siempre estaban rojos, de día y de noche.
Estuviera donde estuviese, era el centro de todas las miradas. Eso no quiere decir que fuera llamativa ni vanidosa.
Era preciosa. Era tremendamente hermosa, aunque tuviera fallos o defectos.
-P. Rothfuss.
-P. Rothfuss.
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