Cuando alguien me pide sea quien sea que mis escritos, mis reflexiones sean más transparentes, más explicativas, me revuelvo por dentro pensando que no todo el mundo puede ser una araña tejedora y constructora de sistemas.
Pienso que me apasiona más hacer lo contrario y que sólo soy apta para fabricar fragmentos, ocurrencias, sugerencias, pensamientos no muy extensos y no demasiado edificados.
El completar simplemente por cerrar un sistema de pensamiento y hacerlo más global, más esférico (y al mismo tiempo simplificarlo), me aburre.
Eso no quiere decir que no me guste matizar.
Mi estilo (tanto literario como filosófico) es intrincado, lleno de alusiones, juegos de palabras, citas, repleto de digresiones, de términos inventados, de referencias imposibles de rastrear (a menudo me refiero a sentimientos, etapas, escenas de series de televisión, letras de canciones).
Mi estilo es un tanto retorcido, soy consciente de ello.
No me gusta tener que reducir algo por muy complejo de entender que sea, no me gusta ni pizca editar una sola palabra sólo para que los demás sepan qué quiero decir exactamente.
Considero que plasmo mis reflexiones exactamente como las pienso.
No creo que triunfe nunca en el mundo literario con aquello que escribo porque no quiero ceder a los deseos de los demás con respecto a mi escueta obra, pues considero que mi producción literaria es y siempre será un conjunto de pensamientos que no tienen porqué estar interrelacionados.
Sistematizarlos los haría llegar a más personas en vez de unas cuantas, pero perderían también su esencia, lo que los hace ser exactamente como son.
No hay comentarios:
Publicar un comentario