Una vez, hice una cosa.
Salió de mi mente: creé un libro.
Era un libro para mí, para nadie más. Lo usaba para mejorar mi estilo literario, para encontrar lo que más me gustaba, lo que hacía mejor.
Era un libro en el que describía la vida de una chica. Y esa chica, ese personaje que lo tenía todo, o por lo menos todo lo que yo deseaba, representaba mis deseos y un pasado parecido, volcado todo en uno.
Es ficción, y ya ni siquiera me interesa tener la vida que ella tiene en el libro.
Violet (así se llama) es un producto de volcar todas mis inseguridades y quimeras adolescentes.
Lo más importante de todo ésto no era lo que he dicho, sino que me he dado cuenta de que ya no deseo alcanzar la vida que imagine e idealicé para esa chica, y eso, a parte de significar que he madurado, significa que tengo otros sueños imposibles que ya no son esos, que están en mi mente y en algún momento tendré que volver a plasmarlos en papel.
Me apetece hacerlo.
Pero no ahora, ahora es pronto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario