Este es un mundo de falsa libertad.
La libertad es un sustantivo retorcido y utópico.
Que puedas hacer lo que quieras con tu vida es solo eso, una posibilidad.
Cuando te lo cuentan de pequeño, alucinas.
Pero más tarde, la palabra libertad empieza a picar.
Y un poco más tarde, cuando en la vida empiezas a asumir ya sea por voluntad propia o ajena una serie de responsabilidades, obligaciones y tareas, es cuando uno empieza a saborear el término libertad como algo agridulce. Es algo que realmente se te escapa y se te escurre de los dedos como la propia vida. Mientras vas a trabajar, por mucho que te guste y disfrutes de lo que haces, algún día piensas que estás malgastando tu tiempo en este mundo y que realmente no te merece la pena.
Y te planteas que coño estás haciendo, qué cojones es esto, qué haces aquí y ahora, qué has hecho, que harás, y sobre todo, qué harías.
Ese pensamiento tan humano te lleva automáticamente a envidiar a la gente que hace realmente lo que quiere.
Sin embargo, tras pensarlo bastante, últimamente me he estado preguntando si eso es realizable, hacer lo que se quiera, cuando se quiera y como se quiera y he concluido que lo dudo, lo dudo mucho.
Viajar por todo el mundo? Sí, pero sin ver a tus amigos y familia, sin tu casa cerca. El trabajo y la familia de tus sueños? Y entonces por qué suspiras por las vacaciones?
Y así siempre, hasta el infinito.
Nuestra mente es una hija de la gran puta.
Los sueños y anhelos de la gente es lo que tira del mundo y de la sociedad y al mismo tiempo es lo que suele joderlo.
Pensando el otro día en esta certeza mientras iba en cercanías, se me ocurrió una cosa y de momento gracias a ese pensamiento he podido dejar de comerme el tarro:
En realidad el qué hagas, cuando y cómo no importa. Tampoco importa en absoluto que seas más o menos infeliz cuando lo hagas. Desde luego es relevante pero la cosa no va de eso. Qué va. Lo que tienen en común todos los sueños, esperanzas, anhelos, deseos y demás vainas es que después siempre hay otro.
Con esto quiero decir que lo que realmente es importante es no parar de soñar y desear. Si paras, te mueres por dentro. Así de sencillo.
Sí, suena a charla motivacional, a libro de autoayuda tongo, a película rosa con una pizca de sabiduría popular. Quizá lo sea, quizá no.
Y aún así, mientras hagamos eso, la vida sigue y seguirá teniendo sustancia y no habrá dios que pueda echarnos en cara que no nos hemos comido el alma, que no hemos rebañado el plato con la lengua para aprovechar toda la salsa.
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