jueves, 14 de noviembre de 2013

La insólita soledad coetánea.

Es curioso. Hoy me he dado cuenta realmente de lo solos que estamos en realidad. En ello, en esa soledad que no creemos que sea cierta, es donde reside nuestra necesidad de aferrarnos a un clavo ardiendo, es decir, a los demás, al resto de individuos que están solos rodeados de gente, a las personas.
Es un nuevo concepto de soledad, con el que he comprendido debemos aprender a vivir cuanto antes. Repetirnos a nosotros mismos: estoy solo estoy solo estoy solo estoy solo estoy solo estoy solo las veces que haga falta para asimilarlo, porque si no lo hacemos, es cuando creamos dependencias absurdas, cuando nos enamoramos de gente que ha pasado por nuestra vida muy fugazmente, o de la idea que tenemos de esas personas de las que, a falta de una mejor palabra, diré que nos enamoramos. Aunque no sea realmente así.
Porque si no siempre será la misma historia: Alguien conoce a alguien, aunque arañe sólo la superficie porque somos volubles y podemos pasar a otra cosa en muy poco tiempo (y digo tiempo también por decir algo, porque es dar una consideración determinada a una variable algo inefable). En fin, lo siguiente es establecer una conexión que es frecuentemente efímera con ese alguien, y estrechar lazos y cosas en común, algo que es como un anillo contráctil en la citocinesis: conecta dos células al mismo tiempo que las divide cuando se va estrechando cada vez más. Cosa que es impensable desde la lógica porque ¿cómo puede algo conectar mediante una unión estrecha y firme, y separar a través de esa misma unión? Pues ya lo ven. La naturaleza, la evolución, el universo, se encargan de ir más allá de lo que la lógica puede abarcar, destruyendo todos esos imposibles y antónimos y otorgándonos una bofetada en nuestros semblantes sabihondos.
Pero me he desviado del proceso, que siempre tiene un final.
Entonces, ¿por qué esa necesidad de aplacar nuestra soledad connatural? Sabemos que todo acaba, ya sea por las fuerzas del destino, las decisiones, la vida, la muerte, la psicología que sustenta y poseen todas las personas....
Pero  de forma invariable y continuamente buscamos desprendernos de esa soledad, que nunca se va, sino que persiste escondida en nuestro subconsciente. Sólo aspiramos a eso, a retirarla a un lugar recóndito donde la luz de nuestra mente no puede llegar bien, donde proyecta sombras.
He aquí ese menester de necesitar a alguien, y de exigir que nos haga volvernos locos, sentirnos como enfermos (entendido desde un foco cuasi romántico), únicos, "amados", a la vez que precisados, respetados, con el fin de procurar y afanarse en lo inviable: fundir dos cuerpos, almas, mentes en una y sentirnos menos solos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario