El ser unos con otros en el mundo, el compartirlo conjuntamente, tiene una señalada determinación ontológica. El modo fundamental de ser que tenemos es el hablar, considerado en su plenitud. Es un hablar con otro sobre algo expresándose. Sobre todo en el hablar está en juego el ser-en-el-mundo del hombre.
Aristóteles era ya sabedor de esto.
En el hablar con otras personas, en aquello que se comenta, late en cada caso la auto-interpretación del presente, que se demora en este diálogo.
Al indicar las anteriores características ontológicas, todo acaba abocado al presupuesto de que el ser es accesible en sí mismo desde una investigación que lo interprete bajo el aspecto de serlo.
Esta presuposición en efecto se tambalea un poco, pero la dificultad no viene de la oscuridad que proyecta la consideración psicológica del ser, sino que se ha de asumir una limitación más grave que la derivada del conocimiento humano.
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