No había cabida para la indecisión, la desesperación o el arrepentimiento.
Tampoco para la duda metafísica o el conflicto moral.
Palabras pronunciadas, inefables sensaciones, promesas olvidadas, deseos no realizados y anhelos que habían perdido su destino.
Aquellos momentos sellados en su memoria, perdían su esencia poco a poco.
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