Piensas que si desaparecieses, muy poca gente se percataría.
Odio esa sensación de vacío. Es como si alguien mientras duermes te hubiese metido una cuchara gigante de esas que sirven para hacer bolas de helado por algún orificio desconocido y hubiese removido materia y energía hasta dejarte con un hueco perfecto por dentro.
No se por qué me siento así. La verdad es que me ha pasado otro par de veces en la vida. Pero qué me dice mi cuerpo o mi mente con eso? Que debo llenar ese vacío?
Y si es justo eso lo que se supone que debo hacer, cómo puedo llegar a conseguirlo?
Y si no es así y, en realidad, hay un vacío en mi interior? Es así como lo noto. Tengo la horrorosa impresión de que estoy hueca, lo juro.
Y si siempre lo he estado y sólo lo noto en determinadas situaciones?
Son muchos interrogantes sin una respuesta clara y sencilla y, sinceramente, me hace pensar en mi misma como si mi mente fuese ajena a mi cuerpo. Si reflexiono compleja y profundamente sobre ello, me pierdo en un mar de conjeturas metafísicas y, acto seguido, se produce un dolor intenso en mi cabeza. Pero no creo que sea de cabeza, es más bien de psique.
Y así, de esa forma, mis propios pensamientos crean más vacío en mi interior, más dolor y una conciencia propia de irrealidad. Además de unas ganas intensas de llorar para ver si ese vacío se inunda y de dormir para así tener la esperanza de que todo haya pasado al despertar.
Ciertamente, es un círculo vicioso asqueroso, ¿no?
No hay comentarios:
Publicar un comentario