Tengo una certeza que he demostrado a lo largo de mi vida mediante la experiencia:
Si quieres obtener algo o conseguir un objetivo, no basta con desearlo con mucha intensidad o rezar para que ocurra.
Además de eso, tienes que luchar por ello entregando hasta el más ínfimo de los esfuerzos. Hay que hacer que suceda, hay que dejarte la piel en ello.
Pero hay algo a tener en cuenta: sólo hacemos eso cuando queremos cumplir nuestras metas de verdad, cuando realmente lo queremos con cada una de las células del cuerpo.
Si realmente lo deseamos y nos esforzamos, podemos conseguir todo aquello que queramos.
Y, cuando por fin lo tenemos, recordamos todo ese esfuerzo realizado, todo ese ansia por conseguirlo, y nos regocijamos en nuestro mérito personal y en esa sensación maravillosa a la vez que placentera de superación de uno mismo.
Ese instante es, en verdad, adrenalina en estado puro.
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