¿Qué tal si clavamos los ojos más allá de la infamia, para garabatear otro mundo posible?
El aire estará limpio de todo veneno tóxico que no provenga de los miedos humanos y de las humanas pasiones.
En la calle, los coches serán aplastados por los perros.
Los semáforos serán de distintos colores.
La gente no será manejada por su automóvil ni por su teléfono, ni será programada por el ordenador, ni será comprada por el supermercado.
La televisión será sustituida por la lavadora o por la chimenea.
El entretenimiento, la nueva hipnosis, será el agua dando vueltas o las chispeantes llamas.
Se incorporará en los delitos penales la estupidez, que suelen cometer los que viven por vivir o por ganar, en vez de vivir sin más, como el pájaro que vuela sin saber por qué o el niño que juega sin saber que juega.
Nadie vivirá para trabajar. Todos trabajaremos para vivir.
La gente no llamará nivel de vida al nivel de consumo, ni calidad de vida a la cantidad de cosas que no se necesitan.
Los cocineros no creerán que a las langostas les encanta que las hiervan vivas.
Los políticos no creerán que a los pobres les encanta comer promesas en lugar de alimentos.
La solemnidad se dejará de concebir como una virtud, y la solidaridad no será insólita por ser natural.
Y nadie, nadie tomará en serio a nadie que no sepa tomarse el pelo.
La muerte y el dinero perderán sus poderes mágicos que nos entumecen y anquilosan.
Nadie morirá de hambre porque nadie muere de indigestión.
Los niños en la calle no serán tratados como si fueran basura, porque no habrá niños en la calle.
La educación no será el privilegio de quienes puedan pagarla.
La libertad y la justicia, hermanas siamesas arrancadas la una de la otra por estar condenadas a estar separadas, volverán a juntarse más anastomosadas que nunca, espalda con espalda, cabeza con cabeza.
Los actuales manifestantes de lo imprescindible serán ejemplos de salud mental porque se negaron a olvidar en los tiempos de amnesia obligatoria.
La "Santa" Iglesia corregirá algunos errores conceptuales en las tablas de Moisés y el sexto mandamiento ordenará festejar el cuerpo.
Serán reforestados los bosques arrasados del mundo, y los desiertos del alma.
Los desesperados serán esperados; los perdidos, encontrados.
Porque se desesperaron de tanto esperar y se perdieron de tanto buscar.
Seremos contemporáneos compatriotas de todos los que tengan voluntad de belleza, de justicia, de libertad, de vivir, hayan nacido donde hayan nacido, hayan vivido donde hayan vivido, sin importar quienes sean o sus temores, que serán disipados. Sin que sean relevantes las fronteras del mapa, las interiores o las del tiempo.
Seremos imperfectos, porque la perfección seguirá siendo el aburrido privilegio de los dioses.
Lo sustancial tendrá significado por sí mismo.
Pero en este mundo, que es utópico e inalcanzable, y que seguirá siendo algo chapucero y jodido, seremos capaces de vivir cada día como si fuera el primero y cada noche, como si fuese la última.
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