domingo, 19 de enero de 2014

Vegetarian Fiesta.

Miro a mi alrededor, mi entorno, el paisaje que conozco.
Miro mis manos surcadas de pequeñas arrugas desde que nací, y me recreo en su textura, en esa aridez suave que sólo poseen en la piel las personas muy mayores, las que usan mucho las manos en su trabajo, o las piedras erosionadas de un río.
Y en esa caricia repetida hacia mi misma, me detengo y me pregunto.
Sonrío y hago muecas.
Realmente, si soy sincera, no sé exactamente qué es lo que hago.
No es vanidad.
No es pensar algo coherente si quiera.
No es divagar, siento que tiene una finalidad inequívoca y que no he hallado porque no me lleva a pensar más allá de los rios, de las aguas agitadas y calmas, de pozos oscuros, de corrientes olvidadas que se pierden en la tierra, que surcan incluso el viento.
El agua envuelve mi mente, y su espuma cierra la pieza como si fuera el lazo de mi pensar.
Escucho música sin más. Sin letra, sólo el sentido y sentimiento que pueden transmitirte unos cuantos guturales desperdigados pero bien puestos...
Es mirar por mirar. Pensar por pensar.
Y, en cierto modo, es perfecto.

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