viernes, 7 de febrero de 2014

Can´t fight biology.

La biología es determinante de la manera en que vivimos. Desde el momento en que nacemos, sabemos cómo respirar, cómo comer, cómo orinar, cómo dormir...
A medida que crecemos, aparecen nuevos instintos.
Nos transformamos en territoriales, aprendemos a realizar la ardua tarea de la competencia, a cómo buscar refugio.
Y lo más importante de todo es que nos reproducimos, o lo intentamos.
Aunque a veces la biología pueda ponerse en nuestra contra.
Sí, la biología también apesta algunas veces.
La biología determina que seamos quienes somos desde que nacemos, desde que somos creados.
Es como si nuestro ADN estuviese escrito en una piedra inalterable, explicándonos todo (o casi) de lo que somos. Pero no es así.
La genómica no nos explica del todo. Somos humanos, la vida nos cambia.
Desarrollamos otros rasgos nuevos, dejamos de ser territoriales, utilizamos los errores como aprendizaje e incluso tenemos la capacidad de hacer frente a nuestros miedos.
Para bien o para mal, encontramos atajos, formas de burlarnos e ir más allá de nuestra propia biología.
El posible riesgo es cambiar demasiado hasta no reconocernos e ignorar esa biología que debería dominarnos y que no lo hace, ya sea por cultura o por nuestra propia mente.
Pero encontrar el camino de vuelta es fácil. No hay brújula ni mapa que valga.
Tan sólo tenemos que cerrar los ojos y dar un paso y otro y otro, y dejar que lo innato, lo instintivo nos engulla, ahogando así en el silencio los balbuceos racionalmente "sensatos" de nuestra mente.

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