Es, buscando un símil de comodín para quien no escriba, como cuando en un examen te hacen una pregunta y sabes exactamente de que va y en qué parte de los apuntes o del libro estaba, pero no te salen las palabras, no te acuerdas de cuáles eran. Te atascas y de ahí no sales.
Y esa angustia que se te mete en todos los tejidos de tu cuerpo persiste durante y posteriormente, hasta que después acabas recurriendo a mirarlo en donde se supone que estaba para satisfacer y rellenar esa oquedad que parece que se ha formado en tu mente.
Pero cuando quieres y te apetece escribir algo y tienes el gusanillo y no te sale es aún peor, porque no puedes sacar esos pensamientos exprimiéndote las neuronas hasta hacer un zumo disperso o mirándolo en algún sitio. Has de solucionar el problema y escribir cualquier gilipollez como esta hasta que la musa (que antes ya notabas inspirada) se decide a hacerte vislumbrar qué coño estabas pensando exactamente.
Pero no siempre ocurre así y hay veces que te obturas, tu mente se ocluye y el corcho que tapa la botella hace imposible que la descorches. Es como cuando tienes una congestión nasal de la hostia y por mucho que te suenes, apenas te salen mocos. Tu mente está encallada, varada y anclada a la playa.
Y entonces se siente mucha frustración, porque no hay nada como eso para joderte un día que tenía la potencialidad de ser perfecto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario