El hombre sólo hace espacios. El tiempo le viene dado y se le impone.
Los lados del hombre, las columnas y las formas, son su perspectiva de mirar las cosas, su perplejidad.
Tal vez si pudiera crear o manipular el tiempo podría cambiar su forma de ver, de sentir.
Y por eso el tiempo es nuestro peor enemigo: porque es el único que jamás se doblegará ante nuestros deseos. Nunca se alterará, pese a nuestros debacles o inútiles súplicas. Sucedemos en el tiempo. Existimos en un marco. Estamos encajados en algo que no sabemos ni siquiera qué es.
Y nos parece que su velocidad, su ritmo, es relativamente pausado aunque a medida que crecemos con frecuencia nos percatamos de que estamos muy equivocados, que pasa demasiado fugazmente. Que somos efímeros.
Y por ello es por lo que se le concede importancia a la propia existencia.
El tiempo corre infinito mientras esperamos a que pase.
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